Bauman, nacido en Poznam en 1925, tuvo que emigrar con su familia a la entonces Unión Soviética cuando apenas era un niño, huyendo de la persecución nazi. Nuevamente, en 1968, tuvo que huir del que entonces era su país, escapando de la purga antisemita que siguió al conflicto árabe-israelí. Se radicó temporalmente en Tel Aviv, para luego terminar en Inglaterra, donde hizo carrera en la Universidad de Leeds. En una entrevista relativamente reciente (de enero de este año) con Ricardo De Querol para Babelia, en El País, explica cómo las redes sociales, si bien han cambiado en buena medida la manera las formas tradicionales del activismo social, no son sino un sustituto de la formación de auténticas comunidades.
Ricardo De Querol inicia su pregunta a propósito de las redes sociales citando al propio Bauman, quien señala que el activismo online es “activismo de sofá”, y que la Internet las más de las veces sólo nos “adormece con entretenimiento barato”. De Querol pregunta, así, si las redes sociales no son, parafraseando a Marx, el nuevo “opio del pueblo”. Bauman no duda en responder que la identidad, como las comunidades, no son algo que se deba crear, sino algo que “se tiene o no se tiene”.
“Lo que las redes sociales pueden crear” –señala el sociólogo- “es un sustituto. La diferencia entre la comunidad y la red es que tú perteneces a la comunidad pero la red te pertenece a ti. Puedes añadir amigos y puedes borrarlos, controlas a la gente con la que te relacionas. La gente se siente un poco mejor porque la soledad es la gran amenaza en estos tiempos de individualización. Pero en las redes es tan fácil añadir amigos o borrarlos que no necesitas habilidades sociales”.
Estas habilidades, señala Bauman en su entrevista con De Querol, se desarrollan en el contacto cotidiano humano directo, en espacios compartidos, sean públicos o privados: en la calle, en los espacios de trabajo, en los que es necesaria una interacción “razonable” con la gente; esto es, en interacciones que exigen de diálogo, negociación y de apertura.
A propósito de ello, Bauman no duda en evocar el hecho de que el Papa Francisco concedió su primera entrevista después de haber sido electo como Sumo Pontífice a un periodista abierta y militantemente ateo, Eugenio Scalfari. “Fue una señal”, señala Bauman: “el diálogo real no es hablar con gente que piensa lo mismo que tú”.
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