No son pocos los sorprendidos al conocer que en la Segunda Guerra Mundial, el Departamento de Sabotaje de las SS de Hitler planeaba bombardear el reino Unido con un arma que podía llegar a desestabilizar todo el país. Esta arma no era una bomba atómica, ni un ataque químico, sino simplemente bombardear con libras esterlinas falsas.
Aunque parezca sorprendente, la inyección de moneda sin una garantía detrás de que la autoridad monetaria ha controlado su emisión, puede llegar a ser un arma absolutamente devastadora. Fue lo que denominó Operación Bernhard.
Esta operación consistía inicialmente en lanzar billetes desde un avión, presumiendo que la gente tendría más incentivo en hacer acopio de los billetes en lugar de entregarlos a las autoridades. Al final este método fue descartado en favor de un plan con efectos a más largo plazo. Decidieron realizar transacciones internacionales con cantidades crecientes de libras esterlinas falsas. Consiguieron poner en circulación cientos de millones de libras en los mercados internacionales de forma que poco a poco los billetes falsos fueron penetrando y circulando en los mercados británicos.
En Londres, una vez detectada la emisión fraudulenta de libras esterlinas, el gobierno británico se encontró con un serio problema. Tenía dos opciones: aceptar haber sido engañados, lo que les haría perder credibilidad financiera y aumentaría la desconfianza de los acreedores del Reino Unido en los mercados internacionales; o bien, mirar a otro lado, desentenderse y aceptar como legítimos los billetes falsos. Churchill optó por legitimarlos para salvaguardar el prestigio de la economía británica y mantenerlo como secreto de Estado. A la economía británica le costó cierto tiempo digerir los efectos económicos de esta inyección fraudulenta de liquidez.
Los efectos nocivos de un arma de este calibre son diversos. Los alemanes habían sufrido, en el periodo de entreguerras, procesos de hiperinflación derivados de las emisiones masivas de marcos para hacer frente a los pagos del Pacto de Versalles. Asistieron a la erosión no sólo su capacidad financiera sino también su capacidad productiva.
Por lo tanto, eran muy conscientes de que la inyección de dinero no acompañada de generación de valor económico real induce inflación y cuando las expectativas sobre una liquidez creciente se desbordan se entra en un bucle peligroso de hiperinflación.
Además, esta maniobra propicia la desconfianza en la moneda pues los usuarios desconocen si el billete que tienen delante es falso o no. Esta contaminación en la información genera desconfianza y provoca que los billetes legales existentes pierdan valor. Los ahorradores en libras esterlinas iban a sufrir un buen varapalo.
Por otra parte, la pérdida de credibilidad de una divisa se traduce en depreciación y, en consecuencia, las importaciones de ese país pasan a encarecerse. En resumen, un conjunto de efectos muy nocivos para la economía de un país.
Aunque, como decíamos, en apariencia pueda sorprender que el lanzamiento de billetes desde un avión sea un arma contundente, lo cierto es que hacerle frente es realmente complicado y sus efectos, devastadores.
Dada esta experiencia y el conocimiento de sus efectos, se esperaría que las economías estuvieran resguardadas con férreas regulaciones monetarias para evitar procesos similares. No obstante, no hace falta irse muy lejos para encontrar un ejemplo que nos atañe directamente.
Tras la guerra de Irak del 2004 y ante la necesidad de financiación de la balanza comercial de Estados Unidos, casi tres trillones de dólares, se popularizó la ingeniería financiera americana que revolucionaba los mercados de activos de todo el mundo.
Esta ingeniería financiera, que supuestamente aprovechaba las ganancias de una globalización más intensa, en realidad, se dedicaba a camuflar hipotecas sin garantías en activos de inversión. Todo bien mezclado para no poder distinguir el trigo de la paja.
Por otra parte, esta ingeniería basada en mezclar activos sin garantía que los respaldara no distaba de la estrategia de los nazis de crear libras esterlinas y lanzarlas en el Reino Unido. Desde entonces, se inundaron los mercados internacionales de activos tóxicos sin poder discriminar exactamente su ubicación pero conociendo su cuantía, casi tres trillones de dólares.
Las reacciones de las autoridades monetarias y de los gobiernos han sido las de aceptar la toxicidad de las carteras y realizar una digestión lenta y pesada de estos activos socializando las pérdidas con todos los efectos que ha conllevado.
Desde la crisis subprime del 2008 hasta la fecha actual, las economías se han resentido, los sistemas bancarios cerraron crédito estrangulando la economía real en un partida de póker en la que ninguna entidad quería revelar la toxicidad de sus carteras y, sobre todo, las grandes perjudicadas han sido las economías familiares sufriendo de manera más intensa todo el impacto.
Lamentablemente, cuando a inicios del presente siglo en un mundo globalizado y controlado por Occidente, creímos que ningún enemigo podría usar un arma económica como la planeada por los nazis, resultaron ser las propias instituciones bancarias de nuestros aliados las que desarrollaron la ingeniería financiera que desestabilizarían las economías industrializadas y que, sin lugar a dudas, hubiera sido la envidia del propio Bernhard de las SS.
Así pues, cuando nos sorprenda que lanzar libras esterlinas desde un avión haya podido considerarse una poderosa arma para desestabilizar una economía simplemente tendremos que recordar que, en gran parte, el origen de la crisis subprime del 2008 tiene los mismos fundamentos…y para colmo, se llevaban comisión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario