10 feb 2017

A lo largo de la vida - a veces pronto, a veces tarde, otras veces nos pilla desprevenidos o se forma un huracán de la nada - nos encontramos con una tormenta emocional que nos asola, descompone los cimientos que teníamos establecidos y nos encontramos desnudos ante un mundo que nos resulta completamente desconocido, frío, inerte, desgarrador.
Esas tormentas suceden y hay muchas maneras de darles un significado, incluso con el tiempo cada uno las resignifica.
Cuando uno está en medio de la tormenta muchas veces la lluvia no permite ver lo que hay alrededor, todo parece tenebroso y solitario, a veces ni si quiera se ven las manos que se extienden hacia uno para ofrecer sostén ante los fuertes vientos pero, tal y como sucede con la naturaleza, llega un día en que la calma sucede.
Llega el momento de poder pensar qué es lo que ha ocurrido, de poder pensarse, de ver los cimientos que se han quedado a nuestros pies como pequeños jirones de piel y uno comienza a tejer, a engranar, a construir palabra a palabra, significado a significado, defensa a defensa, para poder volver a ver la vida con más fuerza.
Tal y como sucede con los árboles, después de esa tormenta uno se descubre con unas raíces más fuertes, más estables y con capacidades que hasta entonces desconocía.
Tal vez resiliencia, más empatía, más fortaleza, mejores defensas, otra filosofía de vida.. Son muchas las posibilidades y tan personales que resultan infinitas.
Sólo no hay que olvidar, las tormentas cesan y el dolor es finito. En la oscuridad siempre se puede encontrar un haz de luz, propio o externo, pero hay un camino que seguir para volver a hallar esa magnífica sensación de bienestar.

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