8 abr 2016

Opinión: "Defender la libertad de expresión"

A pesar de las severas reacciones a la sátira del autor alemán Jan Böhmermann criticando al presidente turco, Recep Tayipp Erdogan, Martin Muno aconseja defender la libertad de expresión y mantener la calma.

Sí, el poema “difamatorio" de Jan Böhmermann (a la izquierda en la foto) es una broma de mal gusto, racista y malintencionada. Allí, el jefe de Estado de Turquía, Recep Tayyip Erdogan (en la foto a la derecha) es descrito como un cretino repugnante con preferencias sexuales perversas, y llega a ser criticado por el tamaño y el olor de sus genitales y por cosas que superan todos los límites del insulto que uno se pueda imaginar.
Pero al mismo tiempo, la acción de Böhmermann es genial debido a que él mismo dejó en claro con su humor que algo así no está permitido en Alemania. De ese modo, transformó su ataque a Erdogan de una seguidilla de insultos en una sátira sobre la difamación.
Crítica refinada pero inofensiva
Al decir lo que no debería decir, puedo decir lo que quiero decir: una estrategia hegeliana brillante. Al mismo tiempo, Böhmermann dejó claro cuán inofensivo era en realidad el tono de la canción satírica de la emisora NDR sobre Erdogan, que, sin embargo, dio lugar a roces diplomáticos entre Turquía y Alemania.
Martin Muno, de DW.
Martin Muno, de DW.
El hecho de que la cadena alemana ZDF borrara el video de su medioteca solo hizo que la jugada de Böhmermann alcanzara más difusión. Aunque el "prohibido" poema difamatorio ya no estaba disponible en la página web de ZDF, se propagó a gran velocidad a través de las redes sociales, y todo el mundo quería verlo mientras fuera posible. Un fenómeno bastante antiguo: ya "Las flores del mal", de Baudelaire, ganaron fama sobre todo porque algunos de los poemas en el libro habían sido prohibidos.
Disculpas apresuradas
También la canciller alemana participó del juego. Turquía no tuvo que protestar, porque antes de que el embajador alemán fuese llamado a Ankara, Angela Merkel llamó por teléfono a su homólogo turco, Ahmet Davutoglu, para decirle que el poema era "intencionalmente hiriente" y que ella apoyaba las medidas que tomó la ZDF.
¡Qué procedimiento absurdo! La jefa de Estado de un país democrático se disculpa con un Gobierno que la Unión Europea critica por los grandes déficits que presenta en cuanto a la libertad de expresión y de reunión. Y sobre todo por una sátira que, aunque de modo muy sofista, está defendiendo justamente esa libertad de expresión. Queda claro que el destinatario de la crítica difamatoria no es un ciudadano normal, sino el hombre más poderoso de Turquía. Un político que gobierna de forma autocrática y puede reprimir a palos cualquier protesta. Recordemos, por ejemplo, la del Parque Gezi, en Estambul.
Sin embargo, esto no es nada nuevo: todos los años surge un escándalo por una sátira. Muchos recuerdan seguramente la caricatura del crucifijo de la revista alemana "Titanic". Pero estos conflictos tienen un lado bueno porque hacen que nos demos cuenta de que el derecho fundamental a la libertad de expresión es un bien altamente valioso que aún hoy se defiende con la vida.
Que la sátira no es un género fácil ya lo sabía Kurt Tucholsky. Y también las caricaturas de "Charlie Hebdo" son a menudo un golpe bajo. Pero no podemos, por un lado, gritar cómodamente desde nuestro sillón "Je suis Charlie" y, por el otro, escondernos cuando la cosa se vuelve incómoda para nosotros.

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