26 mar 2014

Conexión y estructura: categorías fundamentales de la vida



Dilthey comparte con Hegel la concepción de la vida como algo esencialmente dinámico, es decir, evolutivo, cuyas partes se encuentran unidas íntimamente formando un todo, fuera del cual no podrían existir. «El curso de la vida se compone de partes, de vivencias que se hallan en una interna conexión (Zusammenhang) entre sí. Toda vivencia singular está referida a un yo, del que es parte; mediante la estructura se enlaza con otras partes en una conexión. En todo lo espiritual encontramos conexión; así, la conexión es una categoría que surge de la vida» [El mundo histórico: 219-20]. Sin embargo, Dilthey se opone decididamente a la metafísica hegeliana, apoyado en la irracionalidad que descubre en la vida y en la positiva afirmación del valor de cada vida individual. Porque si Hegel contempla la vida como un todo que se desarrolla de un modo racional, armónico y necesario, para nuestro autor, por el contrario, «la vida es pluralidad de aspectos, marcha en contraposiciones reales, lucha de fuerzas» [Teoría de la concepción del mundo: 6]. En cambio, la vida no es para Dilthey ni un todo informe o amorfo, ni tampoco una unidad que se nos manifiesta en una aparente sucesión y diversidad de aspectos. Es una realidad dinámica articulada, un todo en movimiento, compuesto de partes o aspectos distintos que, sin embargo, se encuentran íntimamente ligados unos con otros formando una unidad. Aquí se encuentra otra coincidencia de Dilthey con el pensamiento hegeliano, al sostener que las partes, aisladas del todo, no pueden ni existir, ni ser pensadas. «La conexión vivida (der erlebte Zusammenhang) es lo primario y lo secundario la distinción de los diversos miembros de la misma. (…) La vida se nos da únicamente como conexión» [Psicología y teoría del conocimiento: 197]. Esta conexión de la vida (Lebenszusammenhang), la experimentamos en nuestra conciencia como una íntima relación entre partes que posee un orden y un sentido propios: la vida es un todo estructurado. «La vida es estructura. La estructura es conexión de vida» [Crítica de la razón histórica: 193], porque si la vida es un todo, la conexión de las partes que componen ese todo debe formar necesariamente una estructura (Struktur).
Ahora bien, las ideas de conexión y estructura sólo expresan características del fenómeno de la vida. No son realidades o esquemas que se yuxtapongan a ella o se le apliquen desde fuera. Dilthey ve en estas categorías únicamente dos aspectos o caras que presenta la vida. Más aún, «la conexión de la vida y su estructura son una sola cosa; esa conexión es viviente, (…) es la vida misma» [Crítica de la razón histórica: 196]. Sin embargo, si no se utilizaran estas dos categorías fundamentales para caracterizarla, resultaría imposible pensar la vida y sus contenidos con un mínimo de corrección. Pero, ¿cuál es el contenido “material” de la estructura de la vida?
Dilthey identifica la característica esencial de la vida en la capacidad de lo orgánico de reaccionar ante los estímulos que le vienen del exterior, que es el minimum que nos permite distinguir a un ser vivo de cualquier otra estructura inerte. En el ensayo Vida y conocimiento describe en pocas palabras este hecho que distingue la vida de cualquier otro proceso natural [Crítica de la razón histórica: 182]. El ser vivo se encuentra en una constante interacción con el medio que lo rodea para adaptarse a él, con el objeto de preservar la vida y alcanzar el propio completamiento. La conexión de la vida es «estímulo y reacción, necesidad y satisfacción, sentimiento sostenido, cambio de estado» [Crítica de la razón histórica: 193]. Dicha articulación es un aspecto irreductible a la mera estructura corporal o material de los cuerpos, pero no es algo que sobreviene desde fuera a la realidad de la vida animal, sino que es, por así decir, como su cara interna. Se trata de una compleja relación adaptativa que se establece, gracias a esta estructura, entre la vida humana y el medio que la rodea:
«Del mundo exterior procede el juego de los estímulos que se proyecta en la vida psíquica como sensación, percepción, representación; los cambios que así se originan se viven y aprecian en la diversidad de los sentimientos según su valor para la vida propia; luego, a partir de los sentimientos, se ponen en movimiento impulsos, deseos y procesos volitivos; y, o bien la realidad es adaptada a la vida propia e influida así la realidad exterior desde el yo, o la vida propia se somete a la realidad áspera y seca. Así se da una interacción constante entre el yo y el medio de la realidad exterior en que se encuentra, y en esto consiste nuestra vida» [Psicología y teoría del conocimiento: 39].
Sin embargo, no se puede reducir la estructura a un mero mecanismo reactivo, porque la adaptabilidad del ser vivo entraña la intrínseca capacidad de valorar las circunstancias del mundo exterior de acuerdo a las exigencias del propio ser. La vida aspira a adecuar el medio a sus necesidades, y si esto no es posible, se adapta a ellas del mejor modo posible. Del mismo modo, la estructura tampoco puede ser reducida a un mecanismo racional de carácter utilitarista o hedonista, pues su raíz es un proceso anterior e independiente de la racionalidad. Es decir, la búsqueda consciente del placer no es el motor primario que dirige las acciones del sujeto, sino que esta tendencia brota del fondo pulsional —irracional— de la naturaleza humana [Gesammelte Schriften 21: 134]. Dentro de este proceso vital, el intelecto y la racionalidad despliegan su capacidad rectora en un segundo momento, sin llegar jamás a un control total del mismo: no es posible alcanzar una completa racionalización de la vida [Gesammelte Schriften 10: 58, 104].
Por otra parte, este proceso de adecuación al ambiente —o de modificación del mismo— implica una continua sucesión y cambio de estados, que hacen de la conexión psíquica una estructura esencialmente evolutiva. Para nuestro autor, «la vida es el curso que se halla trabado en un todo en una conexión estructural, curso que comienza en el tiempo y termina en él» [Psicología y teoría del conocimiento: 362]. En la naturaleza adaptativa de la estructura residen la dinamicidad y la expansividad de la vida, connotaciones que apuntan a la intrínseca temporalidad del ser vivo.
Ahora bien, la existencia en la vida de una estructura que orienta y dirige los cambios hace que su curso no sea un flujo informe, sino que se despliegue como proceso dotado de un orden interno y de un sentido concreto. Es decir, en modo autónomo el proceso vital se dirige a la consecución de un fin, pues en la estructura misma de la vida se encuentran tanto los valores que orientan su desarrollo, como las leyes que desde dentro la gobiernan y dirigen. La teleología (Teleologie) —que Dilthey suele llamar también “adecuación a un fin” (Zweckmäßigkeit)— es así «la propiedad fundamental vivida de esta conexión», porque, gracias a ella, dicha conexión vital «lleva la tendencia de producir valores vitales de satisfacción y alegría» [Psicología y teoría del conocimiento: 258].
Dilthey llama «unidades de vida» (Lebenseinheiten) o «unidades psicofísicas de vida» (psycho-physischeLebenseinheiten), a los individuos concretos en los que esta vida se “manifiesta” o “vive”, porque la experiencia de la vida es siempre individual [Introducción a las ciencias del espíritu: 22-3; El mundo histórico: 153, 183; Teoría de la concepción del mundo: 148; Crítica de la razón histórica: 190-1]. Como apunta claramente el adjetivo “psicofísico”, Dilthey no reduce la vida del hombre a lo meramente “espiritual” o “mental”. En cambio, ésta posee siempre una dimensión corporal, es decir, físico-biológica, porque como sostiene en Ideas, «también la vida humana en sus formas más altas se halla bajo esta gran ley de toda la naturaleza orgánica» [Psicología y teoría del conocimiento:259]. Más aún, «la vida espiritual de un hombre no es sino una parte de la unidad psicofísica de vida, parte que desprendemos por abstracción; en esa unidad psicofísica se nos presenta la existencia y la vida de un hombre» [Introducción a las ciencias del espíritu: 22]. La vida biológica y la vida psíquica, son dos aspectos de una realidad única, que es la vida temporal e histórica. En efecto,
«lo que suele separarse como físico y psíquico se presenta indiviso en esa realidad. Contiene la conexión viva de ambos. Somos también naturaleza y la naturaleza opera en nosotros, inconscientemente, en impulsos obscuros; estados de conciencia se expresan constantemente en gestos, ademanes y palabras y tienen su objetividad en instituciones, estados, iglesias, institutos científicos: precisamente dentro de estas conexiones se mueve la historia» [El mundo histórico: 100].
Dentro de este esquema no hay espacio para una concepción “sobrenatural” de la vida, capaz de superar el mundo sensible. La conexión de la vida psíquica no está estructurada por la actividad que desarrolla un alma(Seele) espiritual que trasciende la materialidad del cuerpo, tal y como la entienden la filosofía clásica y medieval. Para nuestro autor, no existe un hecho de conciencia cuyo contenido sea el alma, sino que el alma es sólo una racionalización metafísica. El alma es un concepto que representa o significa únicamente la experiencia que se da en la conciencia de la continuidad y estabilidad de la propia vida psíquica [Psicología y teoría del conocimiento: 173;Gesammelte Schriften 21: 184].

No hay comentarios:

Publicar un comentario