26 mar 2014

WILHELM DILTHEY Y LAS TRES VISIONES DEL MUNDO. Jordi Puigdomènech.



Siguiendo una estructura análoga a quienes hablaron de tres grandes estadios o concepciones del mundo, Hegel, Kierkegaard y Comte —pero salvando la distancia que existe entre sus respectivos pensamientos—, Dilthey distingue tres cosmovisiones a partir de las cuales los seres humanos de todos los tiempos han tratado de hacer frente a las preguntas sobre la vida y la muerte: la religiosa, la poética y la metafísica. La cosmovisión religiosa fue, según Dilthey, la que esgrimió el hombre primitivo para enfrentarse a los grandes enigmas de la vida: la enfermedad, las catástrofes, la vejez, la muerte propia y la de los seres queridos... Puesto que la solución a estos problemas quedaba absolutamente fuera de su alcance, el culto, los rezos y las ofrendas a las divinidades se erigieron en la manera más efectiva a la hora de tratar de interceder ante las deidades que tenían el poder para resolverlos. Así aparecieron el sacerdote y el hechicero, cuya misión fue desde un principio la de ejercer de intermediarios entre los seres humanos —indefensos y débiles— y los dioses, unos entes, estos últimos, que se presentaban —en palabras de Dilthey— como seres invisibles y poderosos: <<La eficacia de lo invisible es la categoría fundamental de la vida religiosa elemental>>.

Pero el caminar del hombre por la historia pronto necesitó de una actitud más libre ante la vida y el mundo. La cosmovisión poética aparece, así, no con la pretensión de influir en la realidad —como es el caso de los sacerdotes o hechiceros primitivos— ni de conocerla —como es el caso de la ciencia— sino de comprenderla. La poesía libera al ser humano de su indefensión precedente; ensancha sus horizontes y le abre los ojos a una realidad ante la que se siente, de alguna manera, fortalecido merced a esta nueva actitud: <<La significación de la obra de arte reside en que una cosa singular, dada en los sentidos, se separa del nexo de la producción y la acción y se eleva a expresión ideal de las relaciones vitales>>.

El poeta, el artista se asoma a todo lo que la vida tiene de encanto, profundidad, belleza y perdición para interpretarlo según su propia sensibilidad y transmitirlo a sus semejantes por medio de la obra de arte. No obstante, la cosmovisión poética tampoco es, a juicio de Dilthey, el último eslabón en la cadena que conduce a la respuesta a la gran pregunta de la vida. Toda visión del mundo aspira a convertirse en un saber significativo, perdurable y universalmente válido, una gloria que únicamente está reservada a la metafísica. Esta aparece cuando la concepción del mundo se ha fundado científicamente a través de conceptos y se presenta con pretensión de validez universal. Puede decirse que la cosmovisión metafísica aspira, en opinión de Dilthey, a dirigir la sociedad humana a través del pensamiento: <<Por esto, cada gran sistema metafísico es como un foco de muchos rayos, que ilumina todas las partes de la vida a que pertenece>>.

Dilthey distingue tres tipos fundamentales de metafísica: el naturalismo, el idealismo de la libertad y el idealismo objetivo. Cada uno de estos tres tipos de metafísica corresponde a una forma de situarse ante la vida, a un determinado enfoque de la realidad. Esta es la caracterización que Dilthey hace de cada uno de ellos:

El naturalismo: esta primera visión de la vida viene determinada por el carácter natural tanto del cuerpo humano como de su entorno. El enfoque metafísico naturalista parte, según Dilthey, de la sensualidad y del deseo de satisfacer el instinto animal presentes en todo ser humano: <<Tan antiguo como la humanidad misma es un modo de ver y tratar la vida, que cierra su ciclo en la satisfacción de los instintos animales y en la sumisión al mundo exterior, del que se nutren. En el hambre, en el impulso sexual, en el envejecimiento y en la muerte se ve el hombre sometido a los poderes demoníacos de la vida natural. Es naturaleza (...) Su grito de guerra es la emancipación de la carne (...) El goce de la jerarquía y el honor>>. Para Dilthey, la materia es un fenómeno de la conciencia; por tanto, una filosofía que invierta los términos y haga derivar la conciencia de la materia está destinada al fracaso. Entre los ilustres integrantes del naturalismo, Dilthey menciona a Demócrito, Epicuro, Lucrecio, Protágoras, Hobbes, los enciclopedistas, el materialismo moderno, Comte y Avenarius.

El idealismo de la libertad: esta cosmovisión parte de la absoluta supremacía del espíritu sobre la materia, por lo que la conciencia se sitúa en el centro de su metafísica: <<El idealismo de la libertad es una creación del espíritu ateniense (...) Se caracteriza por una sobria grandeza heroica (...) Se renovará en toda gran naturaleza activa (...) Su potencia es indestructible, y sólo cambian sus formas y pruebas>>. El problema ético, el tema de la voluntad y una visión teleológíca de la realidad son los puntos cardinales del idealismo de la libertad, una cosmovisión en la que la existencia de Dios aparece como postulado básico de la libertad y de la inmortalidad. Kant, Anaxágoras, Sócrates, Platón, Aristóteles, Cicerón, Jacobi, Fichte, Bergson y los Padres de la Iglesia serían sus representantes más destacados.
El idealismo objetivo: Este tipo de metafísica, cuyo principal representante en la filosofía moderna es Hegel, presenta una actitud contemplativa, expectante, estética y artística frente a la vida. Se trata de una cosmovisión monista y determinista, en la que lo individual se encuentra determinado por la totalidad y en la que el sujeto queda envuelto en una especie de simpatía universal: <<En virtud de esta ampliación de nosotros mismos en la simpatía universal, llenamos y vivificamos la realidad entera mediante los valores que sentimos, la actividad en que desplegamos nuestras energías vitales, las ideas supremas de lo bello, lo bueno y lo verdadero>>. El idealista objetivo es, ante todo, un esteta que experimenta el sentimiento, la alegría de vivir y se siente pletórico de energía. Sus máximos exponentes son, además de Hegel, Heráclito, Parménides, los estoicos, Averroes, Nicolás de Cusa, Giordano Bruno, Leibniz, Spinoza, Herder, Schelling, Schopenhauer, Schleiermacher, Goethe y pensadores de la India y China.
Según Dilthey, todo individuo se encuentra bajo el influjo de alguna de estas tres visiones del mundo, que son, en su opinión, irreductibles entre sí. Estas concepciones muestran que la metafísica es imposible e inevitable a la vez: imposible porque no es dado al ser humano determinar la unidad última de ninguna de ellas; inevitable porque el hombre (y la mujer) anda siempre buscando y adoptando actitudes frente al enigma de la vida. Dilthey no se decantó por ninguna de las tres metafísicas, afirmando que en cada una de ellas hay una parte de verdad: <<Me sentía afanosamente atraído tan pronto a este grupo como a aquél y trataba, con el mayor coraje, de mantener mi unidad (...) La verdad se halla presente en todas ellas>>.

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