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Tina Rosenberg
I
¿Quién es el dueño del petróleo del mundo? Uno podría asumir que el petróleo está en manosde las grandes petroleras privadas, como ExxonMobil. Pero, de hecho, 77 por ciento de las reservas de crudo del mundo están en manos de petroleras estatales, que no tienen participación privada, y hay trece petroleras estatales que tienen más reservas que Exxon Mobil, la multinacional petrolera más grande del mundo. La percepción popular en Estados Unidos es que si los líderes de los países petroleros nacionalizan su petróleo, lo hacen para oponerse a la tendencia global hacia la privatización. Pero en realidad la tendencia dominante es la nacionalización. Y es probable que el porcentaje de crudo que controlan las compañías estatales siga creciendo, principalmente debido a la demografía del petróleo. Los depósitos de los países ricos –aquellos que explotaron primero su petróleo y por lo general tenían sobre todo petróleo privado– se han ido vaciando, mientras que se han encontrado múltiples depósitos en países en vías de desarrollo, donde el petróleo tiende a pertenecer al Estado.
La nacionalización también es una tendencia política en algunas regiones, principalmente en América Latina, donde los presidentes populistas de Bolivia y Ecuador la han incorporaron a su discurso. Desde luego, ellos siguen el liderazgo de Hugo Chávez. Chávez ha forzado a los productores privados a aceptar que el Estado controle sus operaciones; y cuando no lo aceptan, como en el caso de ExxonMobil y ConocoPhillips, sencillamente nacionaliza su participación. Chávez también ha logrado ejercer control sobre la petrolera estatal de Venezuela, que antes de él operaba de una manera muy similar a una empresa privada, orientada a producir utilidades.
Chávez es un profeta en busca de discípulos. Quiere presentar a Venezuela como una potencia mundial mucho más moral y unir a América Latina y a los países pobres de todas partes en una alianza socialista. Se ha inventado un nuevo tipo de socialismo, que llama “socialismo bolivariano” en honor de Simón Bolívar, el héroe de la Independencia: un poco de Marx, un poco de Jesús, un poco de antiimperialismo y mucho del capricho de Hugo Chávez, dedicados al “desarrollo integral, endógeno, humanista y socialista de la nación”. El suyo es un evangelio aceitado por el petróleo, que es lo que financia su transformación de Venezuela. Chávez es un genio de la política: encantador, chabacano, coqueto. La primera vez que lo vi fue en Nueva York en 1999, el año en que se convirtió en presidente. Yo estaba en avanzado estado de embarazo y me senté junto a él durante una entrevista. Me abrazó y me dijo con entusiasmo: «¡Pero tú deberías venir a tener ese bebé en Venezuela!».
El atractivo de su mensaje trasciende el carisma del mensajero. Para otros países –en especial las naciones latinoamericanas productoras de petróleo y gas, que miran a Chávez con particular interés– el atractivo es fácil de entender. La historia muestra que los países que dependen del petróleo y el gas son mal gobernados. Hoy sus pueblos se rebelan contra la globalización, que les prometió mucho pero les trajo muy poco. Les dijeron que sus países eran ricos, pero ellos saben que son pobres. Así que presumen que alguien debe estarse robando las ganancias.
Con mucha frecuencia, la nacionalización es una reacción a la idea de que el ladrón es una compañía extranjera. Para los populistas de izquierda, el lema «¡El petróleo es nuestro!» resulta muy seductor. Ahora que el alza inusitada en los precios del petróleo ha hecho que valga la pena explotarlo aun en lugares remotos o con complicaciones geológicas (pensemos, por ejemplo, en Chad), más países subdesarrollados tienen que decidir qué hacer con su petróleo. Aquellos que tienen petróleo desde hace mucho tiempo deben decidir cómo gastar las absurdas cantidades de dinero que el crudo les está produciendo ahora.
Tal como lo muestra la historia, casi todos los países que dependen de la exportación de petróleo han respondido a esta pregunta de la misma forma: mal. Tal vez parezca paradójico, pero el hecho de encontrar un hoyo en la tierra que arroja dinero a borbotones puede ser una de las peores cosas que le puedan ocurrir a una nación. Con una o dos excepciones, los países que dependen del petróleo son más pobres, sufren más conflictos y tienen gobiernos más tiránicos. Los estudios de la propia OPEP muestran los peligros de depender del petróleo. Entre 1965 y 1998, la economía de los miembros de la OPEP se redujo a una tasa del 1,3 por ciento anual. Las naciones que dependen del petróleo se portan particularmente mal con sus pobres: los índices de supervivencia infantil, nutrición, expectativa de vida, alfabetización y educación básica, todos son peores en los países productores de petróleo. La historia de los países que dependen del crudo ha producido lo que Terry Lynn Karl, un profesor de la Universidad de Stanford, llama la paradoja de la abundancia.
El petróleo no sólo crea muy pocos empleos, sino que destruye empleos en otros sectores. Al impulsar hacia arriba la tasa de cambio de un país, las exportaciones de petróleo distorsionan la economía. «Las rentas del petróleo terminan con cualquier otra actividad productiva», dice Karl. «¿Para qué querría uno molestarse en producir su propia comida si puede comprarla? ¿Por qué se molestaría en desarrollar cualquier tipo de industria de exportación, si el petróleo hace que el dinero valga más y eso lesiona el resto de las exportaciones?». Las sociedades más exitosas desarrollan una clase media a través de la industria manufacturera: el petróleo hace que eso sea extremadamente difícil.
El petróleo concentra la riqueza de un país en el Estado y crea una cultura en la que se gana dinero pidiéndoles cosas a los políticos y a los burócratas, en lugar de hacerlas para venderlas. Los países petroleros tampoco les exigen mucho a sus ciudadanos en materia de impuestos, y cuando los ciudadanos pagan pocos impuestos, no son muy exigentes a la hora de pedir cuentas. Los que están en el poder distribuyen el dinero del petróleo para mantenerse en el poder. En consecuencia, los países petroleros tienden a ser muy corruptos.
II
Venezuela es una víctima típica de la maldición del petróleo. Se ha convertido en un país rico de gente pobre. Teodoro Petkoff ha visto cómo Venezuela atraviesa épocas de abundancia y depresión económica. Después de ser un atrevido guerrillero de izquierda, Petkoff se presentó brevemente como candidato rival de Chávez en el año 2006 y ahora publica un periódico, Tal Cual, que critica tanto a Chávez como a la oposición. «El Estado es un botín», dijo Petkoff cuando lo conocí en su pequeña oficina de Caracas. «Aquí el Estado es hipertrófico, un complejo monstruoso que está por encima de la sociedad, pesado y corrupto. Ha sido el gran contratista, el gran comprador, el gran proveedor, el gran receptor. Ganar el derecho a gobernar es tener acceso a una fuente de enriquecimiento personal. El dinero tiene que pasar por el Estado. El petróleo ha debilitado nuestra moral colectiva. Te obliga a ser corrupto. No puedes hacer negocios si no eres corrupto. Siempre estamos esperando el negocio fácil, la gran ganancia».
Chávez ha prometido romper esa maldición y usar por fin el petróleo de Venezuela para beneficiar a su pueblo. En Venezuela el petróleo lo es todo; paga al menos la mitad de los gastos del gobierno y provee el 90 por ciento de sus recursos externos, de acuerdo con Orlando Ochoa, un prominente economista. Uno de los lemas del gobierno ahora es «Cero miseria», y el vehículo para llegar allá es el petróleo. La petrolera de Chávez, Petróleos de Venezuela Sociedad Anónima, o pdvsa, es orgullosamente ineficiente, orgullosamente política. Chávez ha dicho que su revolución es el «socialismo del petróleo».
«Estamos haciendo lo que no hicieron las administraciones anteriores», me dijo Bernardo Álvarez, embajador de Venezuela en Washington y antiguo viceministro de Hidrocarburos del Ministerio para la Energía. «Estamos invirtiendo el petróleo en un proceso de desarrollo sostenible. Nuestra prioridad es luchar contra la pobreza y la exclusión».
Con ese objetivo, pdvsa está invirtiendo sus utilidades en ayudar a que los estudiantes desertores terminen la secundaria, y no sólo en perforar pozos. «Tal vez la administración era mejor antes de Chávez», dice Roger Tissot, un analista experto en Latinoamérica, basado en British Columbia, que trabaja para la consultora PFC Energy. «Pero no era eficiente en satisfacer las necesidades de los accionistas, el pueblo de Venezuela. Tal vez hoy es menos eficiente, pero ha mejorado en el cumplimiento de sus objetivos sociales».
Para saber si ésa es la decisión correcta hay que examinar si esta política es sostenible. En los años noventa, la petrolera estatal venezolana era una máquina impecable, una excelente compañía explotadora de petróleo que se mantenía bien alimentada con sus propias ganancias. Flotaba por encima de la sociedad, lejos de los problemas del ciudadano común. Hoy el dinero del petróleo proporciona alimentación y educación en los barrios pobres. El propósito de la compañía estatal no es producir más petróleo sino producir socialismo bolivariano. Son dos formas muy distintas de manejar los recursos petroleros de una nación. ¿Acaso alguno de esos modelos puede mostrarles a los países pobres cómo convertir los recursos naturales en riqueza sostenible? En la política económica de hoy hay pocas preguntas más importantes que ésa.
III
Muchas petroleras nacionalizadas adolecen de mala administración. De acuerdo con un estudio, las compañías estatales, la eficiencia de las privadas. Sin embargo, sí es posible tener una petrolera estatal estelar y eficiente en el sentido clásico de la palabra, una que pueda competir con cualquiera de las grandes petroleras occidentales. Saudi Aramco, la compañía nacional petrolera saudí, y Petrobras, en Brasil, son dos buenos ejemplos. Pero tal vez la petrolera estatal con mejor manejo que ha existido en el mundo estaba en Venezuela. Era PDVSA.
«El 31 de diciembre de 1975 me acosté siendo empleado de Exxon y el primero de enero de 1976 me levanté siendo empleado de PDVSA», me dijo Antonio Szabo, quien dirige ahora una compañía de software en Houston, pero hasta 1983 fue un alto ejecutivo de PDVSA. «Seguí yendo a la misma oficina, todo siguió igual. El proceso de nacionalización se realizó de manera brillante. ¿Qué era distinto la mañana del primero de enero? Aparte del destino de las utilidades, nada más. Literalmente nada más. Ése era precisamente el objetivo: continuar produciendo dinero para el país, sin ninguna alteración».
El presidente Carlos Andrés Pérez nacionalizó el petróleo venezolano debido a que a comienzos de los setenta hubo un boom petrolero, y en 1974 el barril llegó a us$12 (cerca de us$50 de hoy), cuatro veces el precio que tenía en 1973. Los venezolanos exigieron que las ganancias se quedaran en el país. La expropiación de Exxon, Shell y Gulf fue negociada y no representó ningún traumatismo. Se trató de una transición libre de animosidad, debido a que desde el comienzo se había decidido que las concesiones a las compañías extranjeras serían temporales y deberían expirar en 1983. «Creo que todo el mundo se dio cuenta de que PDVSA era la gallina de los huevos de oro», dice Szabo. «Para que se mantuviera saludable había que dejarla en paz. Y todos los presidentes creyeron en esta sabia política... hasta que llegó Chávez».
Paradójicamente, la nacionalización hizo que el gobierno recibiera menos dinero y tuviera menos control. Cuando el crudo venezolano todavía estaba en manos privadas, el gobierno recibía 80 centavos por cada dólar que entraba por la exportación de petróleo. Con la nacionalización esta cifra disminuyó y, a comienzos de los noventa, el gobierno estaba recibiendo apenas la mitad de dicha cantidad. Este bajo nivel de retorno a las arcas del país era, en parte, resultado de ese viejo conflicto entre las recompensas a corto y largo plazo. Como los pozos se secan y la maquinaria envejece, en todas partes del mundo las petroleras deben invertir mucho dinero sólo para mantener el ritmo de la producción; para crecer necesitan invertir todavía más. Si no se hacía una nueva inversión, PDVSA perdería cada año el 25 por ciento de su producción. Los administradores estaban convencidos de que Venezuela se beneficiaría más si las utilidades de PDVSA se invertían en producir más petróleo, no más gobierno. «Las ganancias sociales siempre han opacado la inversión en la industria», dijo Ramón Espinasa, ex economista jefe de PDVSA desde 1992 hasta 1999. «Pero yo creo que la prioridad tiene que ser mantener el petróleo. Si te sobra un dólar, hay que invertirlo en mantener la capacidad. De otra manera, la próxima vez no tendrás ni un solo dólar para repartir».
Espinasa tiene ahora 55 años y vive en Washington, donde trabaja para el Banco Interamericano de Desarrollo como asesor en temas energéticos. Cuando era economista jefe de PDVSA fue una de las voces más persuasivas a favor de la estrategia de «el petróleo primero». Durante el comienzo de los noventa, la compañía experimentó una extraordinaria necesidad de inversión. El grueso del petróleo venezolano yace debajo de una sabana de 11.500 kilómetros cuadrados, llamada la Faja del Orinoco. Las reservas son enormes, pero hace veinte años no estaba claro que su explotación fuera comercialmente viable. El petróleo era crudo pesado y extrapesado, tan denso como la plastilina. Extraerlo requería de costosa tecnología y mucha experiencia e, incluso así, sólo se podía recuperar un pequeño porcentaje. Este petróleo también necesitaba de un proceso de refinación especial y lo más probable es que hubiese que venderlo a precios más bajos.
Para asegurarse de abrirle mercado al crudo del Orinoco, en 1982 PDVSA comenzó a comprar en otros países refinerías que fueran capaces de procesarlo. Entre estas compras figura Citgo, una de las principales refinadoras y distribuidoras americanas. A finales de los noventa, PDVSA era una de las tres principales refinerías de Estados Unidos. «Cuando uno tiene crudo pesado y no es dueño de una refinería, la producción no tiene salida», dice Szabo. «Si eres dueño de una refinería, eres dueño de una participación en el mercado». Y en los noventa pdvsa estaba concentrada en maximizar su participación en el mercado en Estados Unidos.
Los ejecutivos de PDVSA también decidieron que no querían asumir totalmente la deuda y los riesgos que implicaba el desarrollo del Orinoco, así que en 1989 comenzaron a abrirse a la participación privada. pdvsa bajó la tasa normal de regalías del 16 por ciento a un simple 1 por ciento, con el fin de atraer inversión hacia este proyecto intensivo en capital. Se suponía que las regalías iban a saltar otra vez al 16 por ciento cuando las compañías privadas hubiesen recuperado un porcentaje de su inversión.
En retrospectiva, esas fueron decisiones brillantes desde el punto de vista del negocio. Las refinerías de PDVSA en el extranjero producen utilidades extraordinarias, y Estados Unidos es el mayor cliente de la compañía. Sin embargo, en ese entonces la tarea de producir ganancias adecuadas para el Estado venezolano no figuraba entre las prioridades de la compañía. Por ejemplo, el contrato del Orinoco era tan generoso que en el año 2004, con el petróleo a us $46 el barril, las petroleras privadas todavía estaban pagando regalías del 1 por ciento. (Ese año Chávez elevó por decreto las regalías al 16 por ciento.)
De hecho, algunas de las decisiones comerciales más astutas de PDVSA parecen haber tenido la intención de proteger sus utilidades del apetito del gobierno. PDVSA compró sus primeras acciones de una refinería en el exterior después de que el gobierno se apropiara de su gigantesco fondo de inversiones, por valor de varios miles de millones de dólares, para ayudar a resolver una crisis financiera. Los economistas de izquierda, que critican las políticas de la antigua pdvsa, argumentan que las inversiones en el extranjero permitieron que la compañía jugara con los costos y las utilidades. Podía venderles petróleo a sus refinerías a un precio menor que el del mercado, lo cual implicaba impuestos más bajos.
PDVSA atrajo a la crema y nata de la clase profesional de Venezuela. Espinasa, que se educó en Cambridge, tenía una oficina llena de venezolanos jóvenes (y muy bien remunerados) que provenían de las mejores universidades norteamericanas y de Oxford y Cambridge. Los recursos y el talento de PDVSA opacaban totalmente los del Ministerio de Energía, que se suponía era el que debía supervisarla. «En los noventa, la mayor parte de la política petrolera y macroeconómica de Venezuela se diseñaba dentro de PDVSA», me dijo un economista venezolano. «Cuando el Fondo Monetario Internacional venía a Venezuela, las reuniones tenían lugar en la oficina de Espinasa. Las cifras que se usaban provenían de pdvsa y del Banco Central, no del Ministerio de Finanzas».
El embajador Álvarez era uno de los que estaba tratando de ponerle control a pdvsa, primero como cabeza del Comité de Minas y Energía del Congreso y luego como viceministro de Hidrocarburos del Ministerio de Energía. «En el ministerio», dice Álvarez, «habíamos pasado de tener 200 ingenieros a tener 25. PDVSA era la única que tenía carros, gente. Un ministro de Energía solía llamarla “el Imperio”».
PDVSA ganó prácticamente todas las discusiones. Pero mucha gente, no sólo los chavistas, diría que Venezuela perdió. En 1998, los salarios reales de Venezuela habían disminuido un 40 por ciento en comparación con 1980. La tercera parte del país vivía en la pobreza extrema, mientras que en 1984 esa cifra sólo llegaba al 11 por ciento. «Era normal que la gente que trabajaba en PDVSA se sintiera muy orgullosa: la empresa era reconocida como una de las mejores petroleras del mundo», dice Tissot, el analista de petróleos. «En contraste, la administración del resto del país por parte de los políticos era un desastre. PDVSA funcionaba bien, pero Venezuela no».
Le pregunté a Espinasa qué pensaba de la acusación de que su PDVSA no había hecho mucho por el venezolano promedio.
«No tenía por qué hacerlo», respondió. «Era una petrolera».
IV
Diez años después, PDVSA ya no es una empresa petrolera, al menos de acuerdo con el criterio de Espinasa. Ahora existe para financiar las transformaciones que Chávez está haciendo en Venezuela. Esta integración queda claramente ilustrada por el hecho de que Rafael Ramírez, el ministro de Energía y Petróleo, también es presidente de PDVSA. «La PDVSA que descuidaba al pueblo y miraba con indiferencia la miseria y la pobreza de las comunidades que rodeaban las instalaciones de la compañía ya no existe», ha dicho Ramírez. «Ahora la industria petrolera realiza acciones concretas para profundizar la distribución revolucionaria de las ganancias entre el pueblo». Si la PDVSA de los noventa pensaba que era Exxon, la PDVSA de hoy es como la caja menor del presidente, y maneja 35 mil millones de dólares.
Chávez viaja mucho. Es posible que los presidentes extranjeros que lo reciben aprecien su regalo tradicional, una réplica de la espada de Bolívar. Pero lo que probablemente agradecen más es el petróleo que a veces la acompaña. Chávez les suministra petróleo a bajo costo, o incluso gratis, a varios países centroamericanos y del Caribe y manda casi 100 mil barriles diarios a Cuba, a cambio de médicos y expertos cubanos en seguridad del Estado. Les ha donado a varios países latinoamericanos millones de dólares en ayuda distinta al petróleo, principalmente en forma de proyectos energéticos. Citgo dice que el invierno pasado les dio a los residentes pobres del sur del Bronx US$80 millones en combustible para calefacción.
PDVSA también está subsidiando el consumo interno de petróleo. Tener gasolina barata no es nada nuevo para los venezolanos; cuando el presidente Pérez trató de subir los precios de la gasolina en 1989, las protestas casi lo tumban. Los venezolanos sienten que es su petróleo, ¿por qué tendrían que pagar por él? Pero los subsidios son hoy mucho más profundos, y las cantidades, más grandes. Al tipo de cambio del mercado paralelo, un litro de gasolina cuesta 6,3 centavos de dólar en la estación. Y ahora en Venezuela abunda la gasolina. Este año, el país tendrá 450 mil carros nuevos, cerca de cuatro veces más que hace cuatro años. Se espera que el próximo año abran seis concesionarios de Hummer.
Hoy el petróleo se usa para producir electricidad. Algunas de las plantas eléctricas de Venezuela solían usar gas natural, pero como la producción ha bajado, se han producido déficits que el petróleo ha cubierto. De acuerdo con economistas venezolanos, el consumo interno de petróleo llega al menos a 650 mil barriles diarios. Venezuela importa derivados del petróleo y pronto tendrá que importar gasolina. También está el problema del contrabando: una cantidad de gasolina subsidiada sale ilegalmente del país y es vendida a precios internacionales en Colombia y el Caribe. Entre el consumo doméstico y la manera como usa el petróleo para hacer amigos en el exterior, Venezuela está repartiendo o subsidiando un tercio de su producción. Casi todo el resto se vende en Estados Unidos.
El dinero que PDVSA obtiene por vender petróleo a los precios del mercado se destina a financiar la revolución de Chávez. El año pasado, los pagos que PDVSA le hizo al Estado sumaron más de US$35 mil millones, incluyendo impuestos, regalías y apoyo directo a programas sociales. Esto equivale al 35 por ciento del margen bruto de la compañía.
Chávez cuenta con el poder exclusivo de decidir el gasto de casi US$14 mil millones. A esto se le llama «dinero para el desarrollo social», aunque parece que algunos gastos no tienen mucho de «social». Gran parte del dinero va al Fondo para el Desarrollo Social, o Fonden, un fondo controlado por Chávez que está por fuera del presupuesto, y también toma parte de las reservas internacionales del Banco Central. En julio, el sitio web de Fonden publicó una lista de 130 proyectos –infraestructura, ayuda internacional, algunos proyectos sociales, como clínicas y puestos de salud– que incluía la compra de helicópteros, tecnología submarina, rifles de asalto y plantas para fabricar otras armas. Poco después de que la prensa llamara la atención sobre la lista, ésta fue retirada del sitio web y reemplazada por otra que no menciona la compra de armas. Lo que Fonden compra actualmente, cuánto le cuesta, para quién es y a través de qué procesos, es un misterio.
El proyecto más celebrado de PDVSA es una red de programas sociales llamados «Misiones». Estas misiones llevan centros de salud y escuelas directamente a los barrios pobres. Son financiadas y, en algunos casos, manejadas directamente por PDVSA. «Si Pérez quería dinero de su boom petrolero, tenía que esperar a que PDVSA pagara impuestos y luego tenía que ir al Congreso para que le aprobaran un gasto extraordinario», me dijo un economista venezolano. «Hoy el presidente simplemente llama por teléfono a Ramírez y en una hora puede obtener US$200 millones».
Para financiar esos proyectos tan ambiciosos, pdvsa debe producir petróleo. En teoría esto no debería ser problema. Cuando Chávez fue elegido, el crudo venezolano estaba alrededor de 9 dólares el barril (cerca de 11 de hoy). En el momento de publicar este artículo estaba alrededor de 90 dólares. (El crudo venezolano tiene un precio un poco menor que el precio promedio del crudo de la OPEP.) Chávez es el beneficiario del mayor auge petrolero que ha visto el mundo, un auge basado en parte en la inestabilidad política de países como Irán, Irak y Nigeria, pero también en el aumento de la demanda de países como China e India, que no tiene muchas probabilidades de terminar pronto. De tal manera que, en el futuro próximo, lo más seguro es que haya dinero para todo.
Sin embargo, PDVSA está en problemas.
V
Una buena manera de ver de cerca los múltiples retos que enfrenta pdvsa es analizar el misterio de los taladros de perforación perdidos. Un taladro tiene dos funciones: perforar en los lugares donde se cree que hay petróleo y limpiar los pozos que se tapan, como una bomba gigante. Como el petróleo produce tantas ganancias y la gente perfora sin parar, hay una escasez mundial de taladros y su precio de alquiler ha subido en forma dramática. Pero la escasez en Venezuela es peor que en otros lados. Cuando rindió testimonio ante la Asamblea Nacional en julio de 2007, Luis Vierma, el vicepresidente de Exploración y Producción de PDVSA, calificó la escasez de taladros de “significativa emergencia operacional”. Para cumplir con las metas de producción, dijo Vierma, el país necesita este año 191. Pero de acuerdo con Baker Hughes, la firma de Houston que suministra los datos mundiales sobre taladros, en Venezuela sólo hay 73 taladros activos.
Y la consecución de taladros va bastante mal. Vierma declaró que PDVSA había invitado recientemente a 63 compañías a participar en una licitación para la compra de taladros, pero sólo 22 participaron. Doce recibieron contratos para suministrar 27 taladros, pero sólo cinco compañías los llevaron efectivamente a Venezuela. Vierma calificó este hecho de «silencioso sabotaje por parte de las multinacionales».
Otros dirían que así es como funciona el mercado. Hay una altísima demanda de taladros; los taladros cuestan al menos US$15 millones, y uno que se pueda usar en el mar cuesta más de US$95 millones. ¿Por qué irse a Venezuela? «Los grandes contratistas quieren llevar sus taladros adonde tengan menos riesgos y amenazas de confiscación», me dijo un ejecutivo de una gran empresa contratista de perforación en Venezuela. «Este gobierno habla de una manera que asusta a los inversionistas».
Fui al lago Maracaibo para ver el problema con mis propios ojos. Maracaibo es el lago más grande de Suramérica, una inmensa piscina de lentejas de agua y aguas residuales, donde comenzó en los años veinte la perforación petrolera. Yo esperaba ver muy pocos taladros. Pero lo que encontré fue más complicado.
Una mañana lluviosa y caliente, mientras recorría la costa oriental del lago, pasé junto al complejo de pdvsa en Maracaibo. Cerca de la carretera había enormes tanques de almacenamiento. La entrada al complejo ostentaba un aviso con uno de los lemas de la revolución: «Patria, socialismo o muerte». El lago estaba cerrado al paso con cercas eléctricas y, como si fuera un tablero de damas, por todas partes se veían pozos, torres de energía y las elegantes torres de más de 50 metros de alto de los taladros de perforación. En 1997 en el lago había 57 taladros funcionando. El día en que yo estuve ahí, sólo había 29. Pero vi más taladros a lo largo de la costa del lago, arrimados contra el muelle, incluyendo siete que estaban en terrenos de PDVSA. Le pregunté a uno de los contratistas de exploración qué estaban haciendo ahí esos taladros. «¿Por qué no están allá en el lago trabajando, si hay tanta escasez?».
«Ahhhh», dijo, y sonrió. Al igual que las otras personas con las que hablé, quiso mantener el anonimato. «Calculo que alrededor del lago hay cerca de 22 taladros fuera de servicio, pero no todos ellos son operables, debido a la falta de mantenimiento o porque requieren equipo adicional», me dijo. Dijo que había más taladros fuera de servicio en los muelles de PDVSA que estaban al otro lado del lago.
En junio PDVSA suspendió los contratos externos que tenía para la operación y el mantenimiento de sus taladros. Ramírez, el ministro de Energía y Petróleo, dijo que los contratistas eran «caníbales» que estaban robando al país y que PDVSA podía hacer el trabajo por una tercera parte del precio. Pero no está claro que pdvsa pueda hacer realmente el trabajo.
Conté al menos 10 taladros pertenecientes a PDVSA en los que ni siquiera se estaba trabajando; la administración de la compañía es tan mala, dijeron los contratistas, que ni siquiera puede coordinar la reparación de los taladros. PDVSA es responsable del mantenimiento de todos los taladros que trabajan en el lago. «Se necesita que venga un bote para darte agua, diesel, para desocupar las excavaciones y llevarse los desperdicios», dijo un contratista. «Pero tuve que esperarlos durante una semana sólo para que se llevaran la basura de los taladros». Puede haber otras razones para que haya menos taladros funcionando. El propio Vierma fue brevemente investigado por la Asamblea Nacional –un asunto bastante notorio, teniendo en cuenta que en la Asamblea no hay miembros de la oposición– por autorizar la compra de taladros a compañías que supuestamente no tenían taladros ni experiencia, y contaban con poco capital.
VI
Los problemas administrativos de PDVSA se pueden rastrear hasta una de las mayores amenazas contra la presidencia de Chávez. En diciembre de 2002 los directivos de PDVSA, cansados de los constantes intentos de Chávez por controlarlos, cerraron las puertas para impedir el ingreso de los trabajadores y suspendieron la producción petrolera de Venezuela durante dos meses. El objetivo era recuperar el control de pdvsa o tumbar a Chávez. La economía colapsó, pero al final Chávez triunfó sobre el «sabotaje del petróleo», como lo llamó su gobierno, y consolidó su poder.
Después de la huelga, Chávez despidió a 18 mil de los 46 mil trabajadores de PDVSA. La gran mayoría de los despedidos eran directivos y profesionales, muchos de los cuales se fueron a trabajar a Calgary, Houston o Riad. Desde entonces, PDVSA ha ido reemplazando a los huelguistas, aunque las nuevas contrataciones tienen mucha menos experiencia. De hecho, PDVSA tiene hoy 75 mil empleados, muchos más que en el pasado, y Chávez dice que quiere aumentar el número a 102 mil el próximo año. Parte del nuevo «socialismo del petróleo» de Chávez es hacer que PDVSA sea más autosuficiente y reducir su dependencia de las compañías de servicio externas. Así, PDVSA está creando nuevas subsidiarias. Una de ellas es una unidad de servicios petroleros, «nuestra propia Halliburton, la nuestra, la “bolivariana”», le dijo a la televisión estatal Ramírez, el ministro de Energía. pdvsa también ha anunciado planes de construir barcos petroleros y taladros de perforación. En junio, PDVSA aprobó la creación de siete nuevas subsidiarias, que incluían plantas para cultivar fríjol de soya para producir etanol, la construcción de plantas para procesamiento de alimentos y hasta para fabricar zapatos. PDVSA administra un Estado paralelo.
Todos los trabajadores de la compañía deben cumplir, al menos, con un requisito: ser chavistas. En un discurso grabado de manera clandestina, que luego fue transmitido por una estación de televisión, Ramírez les dijo a los trabajadores petroleros que debían respaldar al presidente o darles sus empleos a los bolivarianos. La compañía es «roja, roja desde la cabeza hasta los pies», dijo. PDVSA también les envió una carta a sus contratistas con una advertencia para que no contrataran a ninguno de los 18 mil trabajadores despedidos.
En la medida en que PDVSA ha sido moldeada de acuerdo con los deseos de Chávez, también se ha vuelto cada vez menos transparente en sus negocios. La compañía solía publicar un informe anual estándar, pero después del año 2004 dejó de enviar sus reportes anuales a la Comisión de la Bolsa de Valores de Estados Unidos. En años recientes sólo ha publicado una o dos páginas con cifras básicas, sin ninguna especificación ni notas de los auditores. Cuando PDVSA publica información, la credibilidad de parte de ella es cuestionable. Incluso el dato operacional más esencial: cuánto petróleo produce Venezuela, es objeto de debate. En 1997 Venezuela produjo 3,3 millones de barriles de petróleo crudo por día. Hoy PDVSA dice que el país produce la misma cantidad, pero fuentes independientes, incluyendo a la OPEP, dicen que esa cifra es demasiado alta; la OPEP calcula que la producción venezolana del año pasado fue de 2,4 millones de barriles por día.
Lo que sí está claro es que gran parte de las ganancias del petróleo se dirige al gasto social. El año pasado, pdvsa dice que gastó casi US$14 mil millones en programas sociales. Eso incluye las misiones y Fonden, pero no incluye los impuestos y regalías por valor de US$21 mil millones que le pagó al gobierno. PDVSA dice que el año pasado reinvirtió en la compañía US$5,8 mil millones. Aunque esto significa un aumento de US$2 mil millones en comparación con el de 2005, lo más probable es que incluya renglones que nadie consideraría como inversión en petróleo; una adición secreta al presupuesto de 2007 describía el término «inversión» como incluir dinero para infraestructura nacional y proyectos sociales. El mismo plan de negocios de PDVSA exige un rápido crecimiento en la producción, pero varios analistas dicen que la compañía no está invirtiendo lo suficiente. Según Pavel Molchanov, un estudioso del petróleo que trabaja para la firma de servicios financieros Raymond James, en Houston, la producción de PDVSA lleva dos años en descenso y es probable que siga bajando al menos dos más. «Esto contradice un panorama global de aumento en la producción petrolera de 1 o 2 por ciento al año», dice. «Si estuvieran invirtiendo lo suficiente, ¿estaría bajando su producción? No lo creo». (Me habría gustado preguntarle a Ramírez sobre éste y muchos otros aspectos. Su oficina me prometió una entrevista con él, pero nunca llegó a darse y los funcionarios de PDVSA dijeron que nadie más me podría dar información, a menos que Ramírez lo autorizara personalmente.)
PDVSA también se está endeudando. Hasta el año 2006 la compañía tenía una deuda mínima, pero este año ha pedido prestados US$12,5 mil millones. Aunque conseguir efectivo a través de la colocación de deuda pública puede ser algo adecuado, y muchas compañías lo hacen, los críticos argumentan que PDVSA está emitiendo bonos por las razones equivocadas. «Tienen una deuda baja, pero antes no tenían deuda», dice José Guerra, antiguo jefe del departamento de investigaciones del Banco Central, que salió por desacuerdos con las políticas económicas de Chávez. «Otros países petroleros se están deshaciendo de la deuda. ¿Y para dónde va ese dinero? El gasto en exploración es casi nulo. Se están endeudando para hacer una fiesta».
Algunas de las compañías privadas que la vieja PDVSA trajo a Venezuela todavía están operando, pero ahora sólo son socios minoritarios y están pagando impuestos y regalías más altos. El primero de mayo las compañías extranjeras que trabajan en el Orinoco recibieron la orden de entregarle el control mayoritario de sus proyectos a pdvsa. Dos compañías, ExxonMobil y ConocoPhillips, se fueron y ahora están negociando con Venezuela una compensación. Elegidas aparentemente por su importancia geopolítica, otras compañías han venido al Orinoco a tomar el lugar de las que se fueron y a desarrollar áreas vírgenes: petroleras estatales de grandes productores como Rusia, China, Brasil e Irán, pero también petroleras de Cuba, Chile, Uruguay, Argentina y Bielorrusia, las cuales, presumiblemente, no podrán aportar mucha experiencia al negocio del crudo pesado.
VII
Ahora PDVSA está dedicada a la creación de un nuevo derivado del petróleo: está convirtiendo el petróleo directamente en problemas de aritmética. Tuve oportunidad de observar esta alquimia una noche, en la sala de Félix Caraballo, de 32 años, quien vive en El Encanto, una zona de La Vega, barriada ubicada sobre la ladera de una de las empinadas montañas que rodean a Caracas. Caraballo viene trabajando en La Vega en proyectos comunitarios desde que tenía 14 años, cuando unos oficiales de policía mataron a un amigo suyo durante las protestas de 1989, por el intento del gobierno de reducir los subsidios a la gasolina. Caraballo es un chavista comprometido y un socialista militante. «El dinero debe estar al servicio del pueblo, no al revés», me dijo.
La noche que lo visité, habían corrido los sofás de la sala contra la pared para abrirle espacio a un aula de clases. Yulimar Medina, una universitaria de 25 años, estaba parada junto a un tablero blanco con un marcador y guiaba a los estudiantes a través de una ecuación. En el salón había 11 adultos, algunos con niños pequeños, que estaban estudiando la suma y multiplicación de fraccionarios. Todos los estudiantes, a quienes se conoce en el programa como «vencedores», tenían libros de texto y ya habían visto un video de 45 minutos que presentaba la lección de aritmética. Ésta era una clase de octavo grado de la Misión Ribas, un programa que lleva hasta los barrios de todo el país los grados 6 hasta el 12. Esta clase se realiza de 6 a 9 de la noche, de lunes a viernes, en la casa de Caraballo. Los videos vienen de Cuba y los facilitadores, como Medina, guían a la clase durante las discusiones y los ejercicios que siguen al video. Los vencedores estudian matemáticas, español, historia, geografía, ciencias e inglés, y deben trabajar juntos en un proyecto comunitario, como construir una escalera o cultivar un jardín de hortalizas; ésa es la parte que dirige Caraballo. No sólo la escuela es gratis, sino que la mayoría de los estudiantes recibe un estipendio de 85 dólares al mes por asistir. Los propios estudiantes deciden quién recibe los estipendios, con base en la necesidad y la dedicación.
La Misión Ribas hace parte de la siempre creciente lista de misiones de Chávez. Una enseña a la gente a leer. Otra ha importado miles de médicos cubanos y los ha enviado a barrios pobres a lo largo y ancho del país. Otra instala en los barrios tiendas que ofrecen alimentos y medicinas básicas a un precio muy subsidiado. Otra les suministra documentos de identidad a los ciudadanos indocumentados. Mientras yo estaba en Venezuela en septiembre, Chávez anunció otra misión para expandir las universidades. La mayor parte de la financiación de estas misiones proviene de PDVSA.
Las misiones son populares y han beneficiado a más de la mitad de la población más pobre de Venezuela. Los millones de pobres de Venezuela las ven como un signo del compromiso de Chávez con ellos y con el lema del gobierno de «Cero miseria». Cuando visité otra clase de la Misión Ribas en un rincón todavía más remoto de La Vega, les pregunté a los estudiantes qué era lo que más les gustaba de la misión. «Que viene a nuestro barrio», dijo un estudiante. «No excluye a nadie», dijo otro.
A primera vista, gastar el dinero del petróleo en escuelas y médicos para los pobres parece lo correcto. «Ésta es una inversión en capital humano», dice Mark Weisbrot, codirector del Center for Economic and Policy Research, un centro de investigación de Washington, de corte izquierdista. «Se han concentrado en la alimentación, la salud y la educación. Eso no cuesta tanto y está beneficiando a mucha gente».
Es posible que los venezolanos que terminan la secundaria con la Misión Ribas no tengan la misma educación que tendrían si hubiesen ido a una escuela formal. Pero sin la Misión Ribas, sencillamente no tendrían educación secundaria. A Chávez sí le importa alcanzar la meta de erradicar la miseria, algo que no se puede decir de muchos de los gobiernos con petróleo. Pero nadie sabe con certeza si las misiones están moviendo a Venezuela en dirección a esa meta; los programas no tienen un mecanismo visible de evaluación interna. Las misiones están reemplazando cada vez más a sus contrapartes formales. Es maravilloso que los barrios pobres tengan centros de salud manejados por médicos cubanos. Maravilloso, a menos que llegues a necesitar los servicios de uno de los hospitales venezolanos, que se están cayendo a pedazos.
Los funcionarios de la Misión Ribas me dijeron que el entrenamiento político e ideológico es el requisito más importante que les exigen a los facilitadores. Asistí a una sesión para nuevos estudiantes de la Misión Ribas en Las Torres, un barrio de La Vega, cerca de la cima de la montaña. Después de que los funcionarios les explicaron a los estudiantes cómo registrarse para las clases y qué se esperaba de ellos, María Teresa Curvelo, la coordinadora de distrito, comenzó una charla de 90 minutos acerca de un referendo muy importante para el gobierno. El referendo del 2 de diciembre propone, entre otras cosas, cambiar la Constitución para suprimir los límites del período de Chávez y aumentar su poder. María Teresa invitó a los estudiantes a asistir a las marchas y manifestaciones callejeras en apoyo de Chávez. «Un Chávez sólo aparece cada cien años», les dijo. Después bajamos juntas de la montaña en un camión. Cuando se bajó, le di las gracias. «Patria, socialismo o muerte», contestó.
VIII
Los pobres de Venezuela se han vuelto mucho menos pobres bajo el gobierno de Chávez. De acuerdo con las estadísticas oficiales, la población que vive en la pobreza extrema, y que se mide de acuerdo con los ingresos per cápita, cayó del 20,3 por ciento que marcaba en la segunda mitad de 1998, al 11,1 por ciento en la segunda mitad de 2006. Pero se supone que un boom petrolero debe aliviar la pobreza. La verdadera pregunta es si las ganancias serán sostenibles. Weisbrot cree que sí. Señala las misiones y piensa que hay ganancias en salud y educación que no se pueden medir mirando los ingresos per cápita. Pero hasta ahora no hay señas de esas ganancias: el porcentaje de población que no cuenta con agua potable y vive en condiciones inadecuadas, así como el número de niños pequeños que no asisten a la escuela, han variado muy poco en los últimos diez años. Por otra parte, el porcentaje de niños que nacen con bajo peso se ha incrementado entre 1999 y 2006. Y esto de acuerdo con las estadísticas oficiales. Aún es temprano, pero estas cifras pueden significar que las misiones están ayudando a la gente principalmente a través de los estipendios.
Pero aun si las misiones tienen éxito al ayudar a los pobres, sus resultados podrán verse disminuidos por las grotescas distorsiones de la economía como un todo. Según el economista Orlando Ochoa, que normalmente tiene una posición crítica frente a Chávez, la inflación está en el 16 por ciento, de acuerdo con las fuentes oficiales, pero es probable que sea más alta. Ochoa dice que menos de la mitad de los bienes y servicios incluidos en la canasta familiar se pueden conseguir a los precios que define el gobierno. Muchos de esos bienes sencillamente no se pueden comprar a ese precio y los consumidores deben pagar hasta el doble en los mercados callejeros. O no se pueden conseguir en lo absoluto, pues los productores han tenido que cerrar sus negocios, debido al control de precios. Cuando estuve en Caracas en septiembre, era difícil conseguir fríjoles y azúcar baratos, y totalmente imposible conseguir leche fresca y huevos. Recientemente, la gente tuvo que hacer fila durante cinco horas para conseguir un litro de leche. Una propuesta incluida en el referendo constitucional de Chávez podría aumentar la inflación mucho más, al abolir la autonomía del Banco Central y darle al presidente poder sobre las reservas internacionales de Venezuela. Esencialmente, la propuesta también le permitiría a Chávez emitir dinero.
La mayor amenaza contra la economía proviene de la tasa de cambio. El petróleo hizo que el bolívar quedara sobrevaluado. Las fincas y las fábricas están en problemas. No pueden exportar y deben competir internamente con productos importados a la tasa de cambio oficial, que equivale actualmente a un tercio del precio de la divisa en el mercado negro. Así que el país está inundado de productos importados que resultan artificialmente baratos, desde alimentos básicos, como el aceite de cocina brasilero, hasta autos de lujo. «Nuestra capacidad productiva es demasiado débil para crear empleos», dice Petkoff. «Pero consumimos como si fuéramos un país rico».
La disparidad entre la tasa de cambio oficial (2.150 bolívares por dólar) y la tasa del mercado negro (6.200 bolívares por dólar al momento de la publicación de este artículo) ha creado una nueva clase social conocida como «la boliburguesía». Los banqueros, comerciantes, cualquiera que trabaje en el campo de las finanzas o el comercio, pueden volverse muy ricos manipulando las tasas de cambio. El mensaje es: compren todo el whisky y los Hummers importados que quieran. Vivan una vida de derroche. Simplemente no traten de producir nada.
Incluso si el precio del petróleo se mantiene alto, es posible que no pueda sostener a Venezuela si la producción de crudo sigue disminuyendo, si el consumo interno subsidiado sigue aumentando y el Estado sigue gastando de modo desmesurado y sin control. Mientras que otros países productores de petróleo, como Rusia y Nigeria, están acumulando excedentes, Venezuela está gastando todo lo que le entra. Alguna vez Venezuela tuvo un fondo petrolero de US$6 mil millones, como reserva para los años de vacas flacas; Chávez ya ha gastado casi todo ese fondo y sólo quedan US$700 millones. La gran mayoría de las misiones nuevas y las cooperativas de trabajadores de Chávez dependen de lo que les entrega el Estado, lo cual será insostenible cuando las entradas del gobierno disminuyan. Una devaluación de la moneda acabaría con la ganancia en ingresos que han tenido los pobres.
Esto es típico de la maldición del petróleo y Venezuela ya lo ha vivido otras veces. En 1973 y en 1981 Venezuela gastó el dinero del petróleo a la loca y sin control. Y al final de cada boom, quedó peor de lo que estaba antes; el ingreso per cápita de 1999 era el mismo que el de 1960. Todo parece indicar que Chávez ha intensificado estos ciclos y el país es menos capaz de producir otra cosa que no sea petróleo.
Las incursiones venezolanas en la aventura de la nacionalización del petróleo han producido dos modelos muy distintos. En una época en que el precio del petróleo no alcanzaba niveles altos y el país necesitaba con urgencia gasto social, la antigua pdvsa sólo se preocupaba por reinvertir las utilidades en la producción del petróleo, lo cual era poco democrático e injusto con el pueblo venezolano. Pero el nuevo modelo ha producido algo tal vez peor: fracaso económico, a pesar del boom de los precios del crudo, lo cual es injusto con las generaciones futuras.
IX
La nacionalización suele ser una reacción a la manera como el petróleo privatizado falla al tratar de responder a las necesidades del pueblo. Incluso en Estados Unidos, donde hay muchas posibilidades de que las atrapen, las petroleras han inflado los costos o han deducido costos de manera ilegal y se han involucrado en otras maniobras para minimizar los pagos. En los países pobres, los riesgos de recibir un trato injusto de parte de las petroleras privadas son todavía mayores. La historia está llena de contratos que les dan a las grandes petroleras ventajas que son a todas luces injustas; pensemos en Shell en Nigeria, en Mobil en Kazajstán y en Texaco en Ecuador, para nombrar sólo unas pocas. El petróleo también puede resultar irresistiblemente seductor para la clase dirigente de un país. Donde no hay instituciones democráticas –y ni siquiera procesos transparentes– la tentación de caer en la corrupción es muy fuerte. Por ejemplo, la venta del petróleo en Rusia se realizó pensando en las ganancias de los funcionarios que supervisaron la privatización y no en las ganancias del país. En Guinea Ecuatorial, ExxonMobil, Amerada Hess, Marathon y otras petroleras le pagaron al presidente Teodoro Obiang, o a su familia, por tierras, seguridad y otros servicios, según una investigación del Senado sobre lavado de dinero que involucraba al Riggs Bank, adonde fueron a parar algunos de esos pagos.
Sin embargo, la nacionalización no cura estas enfermedades y, en cambio, puede terminar privando por otros caminos a una nación de la posibilidad legítima de aprovechar sus riquezas naturales. Entre ellos está la carencia de know-how. Una de las razones por las cuales Evo Morales se echó para atrás después de amenazar con nacionalizar radicalmente la industria de gas de su país fue que los funcionarios bolivianos se dieron cuenta de que no podían manejar el negocio solos. Morales se ha concentrado en subir las regalías de los campos que tienen reservas conocidas, campos en los que las compañías básicamente tienen garantizado el retorno de su inversión. Las regalías estaban en el 18 por ciento. Gracias a la presión de las protestas populares, el gobierno anterior subió la tasa al 50 por ciento, y el año pasado Morales la volvió a subir hasta el 82 por ciento en algunos casos. Aunque la inversión extranjera en la industria del gas natural de Bolivia ha caído, todos los analistas con los que hablé coinciden en que la caída no se debe al alza de las regalías. Lo que ha puesto nerviosas a las compañías privadas es el discurso de Morales a favor de la nacionalización, y no la tasa de regalías. «Para un inversionista, hay una gran diferencia cuando existe la preocupación de que se produzca una nacionalización», dijo Amy Myers Jaffe, miembro del centro de investigaciones independiente Institute for Public Policy James A. Baker III, de Rice University, en Houston. «Hay factores intangibles que no se pueden controlar y eso está creando todo este riesgo político». Roger Tissot, de pfc Energy, agrega: «Para las empresas, pagar más rentas o pagar más impuestos no es un problema. Pero ceder el control sí representa un problema».
En consecuencia, tal vez la mejor estrategia para los países ricos en recursos naturales sea mantener el petróleo en manos privadas, vigilarlo con mucho cuidado y cobrar todos los impuestos que puedan. Mejor aún, pueden subir las regalías, que es una manera mucho más directa y fácil de recibir el dinero. «Si el objetivo es maximizar la renta, entonces la mejor manera es tener varias compañías compitiendo entre ellas para tener acceso a los recursos, por medio de licitaciones abiertas», dice Tissot. «Eso es lo que han hecho Angola y Libia, con mucho éxito. Libia invitó a las compañías privadas a regresar y les está quitando el 90 por ciento de las utilidades».
Sin embargo, «¡Negociar una tasa de regalías mejor!» no es un lema tan poderoso como «¡El petróleo es nuestro!». La nacionalización de los recursos naturales puede darle un impulso a la moral de un país, aun si el manejo de esos recursos resulta un fracaso. La necesidad de nacionalizar es, en esencia, una necesidad política. Chávez no se apoderó de PDVSA para que produjera más sino para poder controlar directamente el dinero. Cuando el gobierno se rinde a esa necesidad se vuelve vulnerable a la tentación de usar el petróleo para alcanzar metas de corto plazo.
Pero no siempre. La producción del petróleo nacionalizado no necesariamente lleva a la corrupción política y la torpeza. Si la antigua PDVSA todavía estuviera operando y tuviera acceso al auge del mercado petrolero de hoy, habría muchísimo dinero para invertir en el petróleo y en programas sociales. Pero sería tarea del gobierno vigilar de cerca a la compañía para asegurarse de que el Estado recibiera una justa participación; en otras palabras, para asegurarse de que el petróleo hiciera lo que debería hacer: producirle al Estado la máxima cantidad de dinero de manera sostenible. También sería tarea del gobierno usar sabiamente ese dinero. Ése es un problema mucho más importante y difícil que el dilema de si nacionalizar o no, y la solución no depende de que la producción esté en manos privadas o estatales. Ni siquiera es un problema que tenga que ver con el petróleo.
Toda la producción petrolera termina, en algún punto, en el terreno de la política. ¿A qué intereses servirá ese botín? La única manera de mitigar la influencia política es la transparencia, tanto para las compañías estatales como para las privadas. «Debería haber una ley que obligue a las petroleras estatales a publicar sus cifras corporativas, algo como enviarlas a la Comisión de la Bolsa de Valores», dice Jaffe, del Instituto James A. Baker III. «Recomendamos que haya un regulador en el Parlamento que exija un informe completo. Y debe estar abierto al público. Es fácil de decir, pero difícil de hacer».
Las compañías privadas presentan informes anuales bastante creíbles, pero muchas de ellas nunca revelan lo que pagan a los gobiernos que las reciben en sus países. Varias campañas nuevas no gubernamentales, como «Publique lo que paga» y la «Iniciativa para la transparencia de las industrias de extracción», están tratando de presionar a las compañías y a los gobiernos para que muestren sus libros. Hasta ahora no han tenido mucho éxito.
«El problema no es quién es el dueño de los recursos, es lo que se hace con las ganancias», dice David Mares, profesor de Ciencia Política de la Universidad de California, en San Diego, quien estudia el tema de la energía en América Latina. «Si se las gastan en corrupción y programas insostenibles, es tan malo como si hubiese corporaciones internacionales dominantes, que pagan muy pocos impuestos».
La nacionalización no impedirá que se roben el crudo. Sólo la buena vigilancia, la exigencia de responsabilidad y el manejo de los fondos impedirán que eso suceda, independientemente de quién sea el dueño del petróleo. «El primero de enero de 1976, el día de la nacionalización, Pérez dio su discurso delante de una pancarta que decía: “El petróleo es nuestro”», dice Antonio Szabo. «¿Saben qué? Fue nuestro todo el tiempo».