10 oct 2013

TOMÁS HOBBES


ESTE filósofo era hijo de un vicario pendenciero que perdió su cargo por darle una pateadura a otro vicario. Lo más grave fue que la pateadura se la dio en una parte en que no se debe patear, pues es sagrada. En efecto, lo pateó en la puerta de la iglesia.
Europa estaba entonces en plena efervescencia por las luchas religiosas. A Hobbes le disgustaba profundamente esa situación, pues le, recordaba la riña que protagonizó su padre por motivos teológicos.
Después del match de su padre, y por el cual quedó cesante, el joven Hobbes tuvo que ir a vivir con un tío suyo de regular fortuna, al que apodaban indistinta‐mente “El Traje de Torero”, “El Tapa de Submarino” o “El Nudo de Columpio”*, por razones obvias.

Las riñas religiosas, que se sucedían sin interrupción, hacían muy infeliz a Hobbes, que detestaba la violencia. Esta situación le sugirió al pensador la necesidad de que existiera una autoridad fuerte, que impidiera toda lucha interna, reli‐giosa o no.
Esta idea se desarrolló en el cerebro de Hobbes tan rápidamente como un bebé bien alimentado, y al cabo de algún tiempo se convirtió en un libro: “Leviatán”. Esta obra fue durante algún tiempo el best seller de Londres y de toda la Isla, pero no porque a la gente le gustara, sino, al contrario, porque escandalizó a todo el mundo con sus ideas materialistas, deterministas, antirreligiosas y totalitarias.

El comentario general del público al terminar de leer “Leviatán” era, casualmente, el mismo:
—¡Qué bestia! Sin embargo, los lectores estaban equivocados. Hobbes no era un hombre rudo y violento, como ellos creían, sino un hombre tranquilo, amante de la paz y del orden y tímido como un conejo. Después de publicar un libro, se escondía don‐de nadie lo pudiera encontrar para felicitarlo. En 1640 publicó un libro, y para evitar que lo premiaran con una temporada gratis en la Torre de Londres, huyó de Inglaterra a Francia. Y cuando en 1651 publicó “Leviatán”, abandonó rápidamente Francia, para evitar que le otorgaran el Premio Literario de la Municipalidad de París, que consistía en unas largas vacaciones pagadas en el Hotel “La Bastilla”.

La opinión de Hobbes sobre la religión solía disgustar a los creyentes. El capítulo de “Leviatán” dedicado a la Iglesia Católica es tan elocuente que la autoridad eclesiástica incluyó la obra en el Cuadro de Honor del Índice de Libros de Lectura Prohibida.



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