ES FÁCIL confundir a Schopenhauer con otros
hombres de apellidos parecidos al suyo, de modo que es conveniente aclarar que
este filósofo jamás fue Premier de Alemania, que no comandó tropas durante la
Segunda Guerra Mundial y que nunca fue Presidente de los Estados Unidos.
Schopenhauer fue contemporáneo de Bernardo
O’Higgins, y vivió en Inglaterra en la misma época en que éste asistía en Londres
a las reuniones secretas en casa de Francisco de Miranda.
La personalidad de Schopenhauer correspondía a
la de esos jóvenes artistas bohemios, agresivos, desorientados, ególatras,
obcecados, llenos de complejos y de talento.
Arturo anhelaba escribir contra el
cristianismo, contra la democracia, contra las mujeres, contra los hombres,
contra los filósofos y contra los que no lo son. Finalmente lo hizo, con cierto
éxito. Pero no basta decir que Schopenhauer era agresivo. ¿De dónde provenía su
agresividad?
Su padre revelaba serios conflictos internos. Era
un rico fabricante de corbatas, que simpatizaba con la Revolución Francesa, a
pesar de que ésta arruinó a sus colegas franceses al reducir la demanda de
aquella prenda. Además, tuvo la poco saludable idea de suicidarse para dar una
solución radical a sus problemas.
Schopenhauer no quería mucho a su padre,
porque éste lo obligó a dedicar‐se al comercio, mientras que él anhelaba una
vida literaria y bohemia; pero de todos modos lamentó su muerte, pues eso le
significaba quedar bajo la potestad de su madre, a la que odiaba cordialmente.
Esta correspondía los sentimientos de su hijo en la misma forma.
Además, al joven Arturo le molestaban las aventuras
de su madre, que eran frecuentes y variadas.
La antipatía que sentía por su madre la hizo
extensiva a todas las mujeres, a las que definía como “animales de cabellos
largos e ideas cortas”. Este menosprecio se refería, sin embargo, solamente a
la parte espiritual de la mujer. La otra parte le encantaba.
Su infancia desdichada y la falta de afectos
hicieron de Schopenhauer un hombre tan egoísta y poco sensible como un gerente
de banco.
Cierta vez, junto a la puerta de su
departamento, en un segundo piso, conversaban dos vecinas suyas, y con su
parloteo no le permitían concentrarse en sus meditaciones. Salió, pues, hecho
un energúmeno, y de un furibundo empellón hizo rodar a una de las comadres
escaleras abajo.
A los gritos de las mujeres llegó la policía,
y se inició así un proceso por lesiones, en el cual se condenó al pensador a
pagar una pensión vitalicia a su víctima, que quedó lesionada a perpetuidad.
Desde entonces Schopenhauer deseó que la pobre vieja muriera, para quedar libre
de su obligación. Y cuando ello sucedió, veinte años más tarde, escribió en su
Diario de Vida: “Obit anus, abit onus, lo que significa “Murió la vieja,
cesó la carga”.
La filosofía de Schopenhauer derivaba, según
él mismo decía, de Platón, de Kant, de los Upanishads y del tango.
Con ese último ingrediente tenía que resultar
por fuerza una mezcla triste y pesimista. Una de las, obras de Schopenhauer
empieza así “Que el mundo es y será una porquería, ya lo sé; en el 506 y en el
2000 también... “
El sufrimiento, según él, es la esencia misma
de la vida, pues la Voluntad Universal es de una perversidad y un sadismo
propios del Chacal de Pupunahue.
Según Schopenhauer, la felicidad no existe, y
lo demuestra así: a) Todos los actos de los hombres están dirigidos a satisfacer
un deseo; b) Mientras el deseo no ha sido satisfecha, produce sufrimiento, y c)
Una vez que el deseo ha sido satis‐fecho, produce hastío y desagrado. En
consecuencia, la vida no es sino un continuo oscilar entre la insatisfacción y
el hastío.
Pero ese razonamiento es imperfecto.
El filósofo se saltó una importantísima etapa,
lo que se demuestra con el ejemplo siguiente: a) Cuando uno pasa a las once de
la mañana por el Portal Fernández Concha y siente el olor de los hotdogs, de
las pizzas y de las empanaditas de queso, pino, corvina y loco, y escucha al
mozo decir: “¡Maestro, marchen dos garzas!”, siente un deseo terrible de instalarse
frente al mesón y pedir un atómico Con salsa americana, y si no puede hacerlo,
por cualquier causa, sufre. (En esto tiene razón Schopenhauer.) b) Pero si uno
cede a la tentación de ingurgitar un completo con un schop, al salir del
negocio, ya satisfecho el deseo, el olor que diez minutos antes era tan
atractivo, ya no lo es, y al contrario, huele a cocinería y fritanga, y ante el
hastío producido por la satisfacción del deseo, uno sufre. (También aquí está
Schopenhauer en lo correcto. Después de satisfacer un apetito, viene el hastío
Ya lo decían los latinos: After coitus homo est tristem animal.
Pues bien, la importante etapa que el filósofo
no consideró es aquella en que el deseo se está satisfaciendo. En el caso del
ejemplo, los diez minutos que uno ha estado en el negocio, embadurnándose los
dedos con mayonesa, ají y chucrut, y, abriendo la boca cuan grande es para
introducir en ella el pan sabroso y la olorosa salchicha. ¡Ah, en esos diez
minutos ya no sufrimos hambre, y aún no nos molesta el hastío! Esos diez
minutos son como una breve luna de miel.
El pesimismo de Schopenhauer se asentaba, pues, como ha quedado
demos‐trado, sobre un raciocinio incorrecto. Sin embargo, ese pesimismo mal
fundado influyó en su época, y aun en la nuestra, a través de las doctrinas de
otro pensador que desarrolló las mismas teorías, y al que es posible considerar
como su discípulo: Nietzsche.
Los escandalosos amores de los filósofos
ResponderEliminarMucha gente famosa desde Woody Allen en sus películas hasta cinéfilos hacen referencia a Schopenhauer hacen referencia a citas sobre su obra porque quedan muy bien, pero se nota que ni apenas lo han leído muy bien, ni compartirían el sentido profundo de su filosofía. Sinceramente no lo comparto. Sin embargo, lo que es bien es su honradez intelectual y su sinceridad de recordar lo que le parece correcto.
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