10 oct 2013

ARTURO SCHOPENHAUER


ES FÁCIL confundir a Schopenhauer con otros hombres de apellidos parecidos al suyo, de modo que es conveniente aclarar que este filósofo jamás fue Premier de Alemania, que no comandó tropas durante la Segunda Guerra Mundial y que nunca fue Presidente de los Estados Unidos.

Schopenhauer fue contemporáneo de Bernardo O’Higgins, y vivió en Inglaterra en la misma época en que éste asistía en Londres a las reuniones secretas en casa de Francisco de Miranda.

La personalidad de Schopenhauer correspondía a la de esos jóvenes artistas bohemios, agresivos, desorientados, ególatras, obcecados, llenos de complejos y de talento.
Arturo anhelaba escribir contra el cristianismo, contra la democracia, contra las mujeres, contra los hombres, contra los filósofos y contra los que no lo son. Finalmente lo hizo, con cierto éxito. Pero no basta decir que Schopenhauer era agresivo. ¿De dónde provenía su agresividad?
Su padre revelaba serios conflictos internos. Era un rico fabricante de corbatas, que simpatizaba con la Revolución Francesa, a pesar de que ésta arruinó a sus colegas franceses al reducir la demanda de aquella prenda. Además, tuvo la poco saludable idea de suicidarse para dar una solución radical a sus problemas.
Schopenhauer no quería mucho a su padre, porque éste lo obligó a dedicar‐se al comercio, mientras que él anhelaba una vida literaria y bohemia; pero de todos modos lamentó su muerte, pues eso le significaba quedar bajo la potestad de su madre, a la que odiaba cordialmente. Esta correspondía los sentimientos de su hijo en la misma forma.

Además, al joven Arturo le molestaban las aventuras de su madre, que eran frecuentes y variadas.
La antipatía que sentía por su madre la hizo extensiva a todas las mujeres, a las que definía como “animales de cabellos largos e ideas cortas”. Este menosprecio se refería, sin embargo, solamente a la parte espiritual de la mujer. La otra parte le encantaba.

Su infancia desdichada y la falta de afectos hicieron de Schopenhauer un hombre tan egoísta y poco sensible como un gerente de banco.
Cierta vez, junto a la puerta de su departamento, en un segundo piso, conversaban dos vecinas suyas, y con su parloteo no le permitían concentrarse en sus meditaciones. Salió, pues, hecho un energúmeno, y de un furibundo empellón hizo rodar a una de las comadres escaleras abajo.

A los gritos de las mujeres llegó la policía, y se inició así un proceso por lesiones, en el cual se condenó al pensador a pagar una pensión vitalicia a su víctima, que quedó lesionada a perpetuidad. Desde entonces Schopenhauer deseó que la pobre vieja muriera, para quedar libre de su obligación. Y cuando ello sucedió, veinte años más tarde, escribió en su Diario de Vida: “Obit anus, abit onus, lo que significa “Murió la vieja, cesó la carga”.

La filosofía de Schopenhauer derivaba, según él mismo decía, de Platón, de Kant, de los Upanishads y del tango.
Con ese último ingrediente tenía que resultar por fuerza una mezcla triste y pesimista. Una de las, obras de Schopenhauer empieza así “Que el mundo es y será una porquería, ya lo sé; en el 506 y en el 2000 también... “

El sufrimiento, según él, es la esencia misma de la vida, pues la Voluntad Universal es de una perversidad y un sadismo propios del Chacal de Pupunahue.

Según Schopenhauer, la felicidad no existe, y lo demuestra así: a) Todos los actos de los hombres están dirigidos a satisfacer un deseo; b) Mientras el deseo no ha sido satisfecha, produce sufrimiento, y c) Una vez que el deseo ha sido satis‐fecho, produce hastío y desagrado. En consecuencia, la vida no es sino un continuo oscilar entre la insatisfacción y el hastío.
Pero ese razonamiento es imperfecto.
El filósofo se saltó una importantísima etapa, lo que se demuestra con el ejemplo siguiente: a) Cuando uno pasa a las once de la mañana por el Portal Fernández Concha y siente el olor de los hotdogs, de las pizzas y de las empanaditas de queso, pino, corvina y loco, y escucha al mozo decir: “¡Maestro, marchen dos garzas!”, siente un deseo terrible de instalarse frente al mesón y pedir un atómico Con salsa americana, y si no puede hacerlo, por cualquier causa, sufre. (En esto tiene razón Schopenhauer.) b) Pero si uno cede a la tentación de ingurgitar un completo con un schop, al salir del negocio, ya satisfecho el deseo, el olor que diez minutos antes era tan atractivo, ya no lo es, y al contrario, huele a cocinería y fritanga, y ante el hastío producido por la satisfacción del deseo, uno sufre. (También aquí está Schopenhauer en lo correcto. Después de satisfacer un apetito, viene el hastío Ya lo decían los latinos: After coitus homo est tristem animal.

Pues bien, la importante etapa que el filósofo no consideró es aquella en que el deseo se está satisfaciendo. En el caso del ejemplo, los diez minutos que uno ha estado en el negocio, embadurnándose los dedos con mayonesa, ají y chucrut, y, abriendo la boca cuan grande es para introducir en ella el pan sabroso y la olorosa salchicha. ¡Ah, en esos diez minutos ya no sufrimos hambre, y aún no nos molesta el hastío! Esos diez minutos son como una breve luna de miel.


El pesimismo de Schopenhauer se asentaba, pues, como ha quedado demos‐trado, sobre un raciocinio incorrecto. Sin embargo, ese pesimismo mal fundado influyó en su época, y aun en la nuestra, a través de las doctrinas de otro pensador que desarrolló las mismas teorías, y al que es posible considerar como su discípulo: Nietzsche.

2 comentarios:

  1. Los escandalosos amores de los filósofos

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  2. Mucha gente famosa desde Woody Allen en sus películas hasta cinéfilos hacen referencia a Schopenhauer hacen referencia a citas sobre su obra porque quedan muy bien, pero se nota que ni apenas lo han leído muy bien, ni compartirían el sentido profundo de su filosofía. Sinceramente no lo comparto. Sin embargo, lo que es bien es su honradez intelectual y su sinceridad de recordar lo que le parece correcto.

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