Hoy en día podríamos decir que educar, es una obra de misericordia e inclusive de justicia social. «Cultivar el ser», es sinónimo de Espiritualidad, deporte, educación, ética, política, ecología, familia, economía, religión. Juan Pablo II definió la filosofía de Santo Tomás de Aquino como «una filosofía del ser y no del simple parecer»1. Por esto la educación desde Santo Tomas de Aquino, alcanza el ser mismo de la realidad, la intimidad del hombre, su yo. Nos muestra que educar no es solo un domesticar, aprender unos artes o alienar, sino que es una acción que nace en las entrañas mismas de la vida personal.
Toda persona desea y sueña ser feliz, «ser tal y como Dios lo hizo», retomar su imagen, como afirma el Aquinate2; pero para eso requiere la solidaridad, la misericordia, la cultura de otros: de sus padres, de sus maestros, de Dios. «Cultivar el ser» es así una expresión que influye y sintetiza bien esta pedagogía del Aquinate. No obstante, él mismo nos da una definición más formal de educación, que fue recogida por el Papa Pío XI en la encíclica «Casti connubii»: educar es «promover la prole hasta el estado perfecto del hombre en cuanto hombre, que es el estado de virtud».
El mundo de la educación sufre en nuestros días de modo particular la ceguera de los cambios, de las opiniones fugaces; las mismas leyes sobre educación son ligeras, superficiales, olvidando aquel sabio consejo de Aristóteles, que recomendaba no cambiar las leyes con frecuencia para así mantener la fuerza de la costumbre.
La pedagogía y la cultura se han convertido en un maremoto dispersado en islas independientes de estudio, sin unidad, sin profundidad explicativa y normativa, sin autoridad. Por eso hay que recuperar una «pedagogía y cultura perenne», es decir, arraigada en el ser y en la naturaleza inmutable del hombre, como la que encontramos en santo Tomás de Aquino. Es necesario retomar la Filosofía de la educación, no reducir a una diversión y distracción la enseñanza pedagógica, el cultivo del ser de modo pedagógico es capaz de ordenar el ser a los otros saberes pedagógicos más concretos, más empíricos, más descriptivos.
Descubriendo el fin que se desvela en la poiesis pedagógica y cultural, ¿por qué se educa? el quehacer educativo cotidiano.
Aunque suene extraño hoy en día a algunos oídos hablar de la acción educativa de los ángeles, quiero recordar que se tratan de unos aliados en nuestro combate diario por crecer en la virtud, en el saber, en artes, en la cultura. Los padres y los maestros pedagogos por excelencia, deberían invocar habitualmente el auxilio de los ángeles custodios de sus hijos y alumnos, no sólo como un recurso para niños, como si se tratara de evitarle el miedo a la oscuridad de la noche.
Hay que dirigirse a Cristo, único Maestro, que es el único capaz de dar crecimiento a la más verdadera educación, la de cultivar el ser, aquella que nos conduce «a la medida de Cristo en su plenitud» (Ef 4, 13)4.
El maestro tiene que amar al educando, como el agricultor ama sus plantas.
Actualmente a algunos maestros les resulta difícil este ejercicio de amor. ¿Cómo animarles es la pregunta? Cultivar el ser de una persona hoy en día en medio, de ideologías alienantes, una ética meramente cívica que no es mala, pero en realidad debe ser natural y una cultura sin fundamento racional, del consumismo, del pensamiento débil, sin ser.
Se requieren la conciencia de vivir una vocación de sembradores y esperanza en la cosecha que dará fruto. Muchos que se dedican a la educación, incluso padres, no se sienten llamados a educar, a cultivar el ser, y prefieren delegar en otros, o en los métodos, reuniones, etc.
Pero el verdadero maestro es aquel que, a pesar de todas las dificultades, sabe mirar el ser de su alumno y esperar en él. Hay un clima de pereza e imprudencia5, actitudes escépticas y relativistas, que son la cizaña, la maleza del cultivo del ser; por eso un compromiso de hoy es fomentar tiempos, lugares y espacios, donde se cultive el ser, en la familia, en la escuela, en la parroquia; en ellos la persona encontrará el hábitat primario del cultivo del ser, de la educación, que es saber escuchar.
La persona desde el cultivo de su ser cambia el mundo, transforma su realidad, y toma el camino correcto.
LISADRO ANDRES CARDENAS CARRERO Pbro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario