12 feb 2015

De Nero (Wolfe) al 'noir'. UMBERTO ECCO




Es difícil entender qué distingue al noir como género de la clásica ficción de detectives; esto es, aparte de alegatos de la superioridad literaria del noir (negro, del francés), que frecuentemente no termina siendo superior en absoluto.

Estos alegatos sólo ayudan a aficionados del noir a sentirse más refinados mientras leen en el autobús o debajo de una sombrilla de playa.
Siempre me siento un poco avergonzado cuando la gente me habla sobre una novela “noir”, en particular debido a que hoy se abusa enormemente del término, tanto en críticas como en publicidad. Una noir ciertamente no es una giallo, que literalmente significa “amarillo”. Así es como los italianos (y sólo los italianos) llaman, o solían llamar, a las clásicas novelas de detectives, con personajes legendarios como Sherlock Holmes, Hercule Poirot, Nero Wolfe y muchos otros. (La parte del amarillo viene de las distintivas portadas de los libros publicados en Italia por Mondadori). El formato de estos clásicos es familiar: se comete un crimen, destrozando la paz local; un intelecto superior asume la tarea de interpretar diversas pistas y, al final, el perpetrador es desenmascarado y el orden se restablece.
El alejamiento de este estilo de ficción detectivesca se produjo en las primeras décadas del siglo pasado con el desarrollo de la novela estadounidense hard-boiled (cruda o realista) a través de la obra de Dashiell Hammett, Raymond Chandler, Peter Cheyney, James Hadley Chase, Horace McCoy y Mickey Spillane. Estas historias están repletas de cadáveres y pudiera haber uno o más perpetradores. Sin embargo, el detective no es ni un intelecto superior como Holmes ni un extraño para el mundo de la delincuencia en el que se mueve. De hecho, él es en gran parte de ese mundo y adopta a veces sus métodos. Debido a esto, ocasionalmente tiene que sufrir unas pocas golpizas vigorosas. Quizá sea esencialmente honesto, pero nunca está completamente limpio, porque el telón de fondo de la novela negra es una sociedad enferma.
Hay quienes creen que el apetito por lo noir empezó en 1945 con el sello de impresión francesa Série Noire. Sin embargo, en realidad consiste principalmente de traducciones francesas de novelas de la tradición hard-boiled de Estados Unidos. Marcel Duhamel, quien fundó la impresión Série Noire, presentó algo similar a un manifiesto para la colección, advirtiendo que amantes de los enigmas de la variedad de los de Sherlock Holmes se sentirían incómodos con estos cuentos, que solían transmitir la sensación de agentes de policía que eran más corruptos que los delincuentes y que, a veces, ni siquiera había un misterio o un detective. Solamente había acción. Como en las películas, los estados mentales de los personajes se traducirían a gestos físicos, y qué pena por los lectores que codician introspección.
Esto pudiera ilustrar la atmósfera de la novela hard-boiled, pero no nos ayuda a interpretar situaciones que encontramos a menudo en la ficción de crimen de la variedad noir. Hace más o menos 25 años, la periodista italiana Irene Bignardi escribió que el noir es todo “inquietud, inseguridad, aflicción, la incontrolable bala perdida de la realidad, lo cual representa la imposibilidad de poner las cosas en orden, de restablecer el orden porque no hay orden alguno”.
Si bien en muchas novelas negras el héroe es más antihéroe que nada, no suele andar por ahí provocando a criminales en bares de mala muerte; de hecho, a veces la violencia es bastante modesta. Sin embargo, el factor predominante en una noir es la inquietante percepción de que hay algo fundamentalmente mal en la sociedad en general. (En la tradicional novela de detectives, lo único malo es el criminal, y cuando se le elimina, la sociedad vuelve a funcionar justamente tan bien como lo hacía antes).
En una novela negra el detective no es meramente un cliché con una idiosincrasia característica, como fue con Poirot o Philo Vance; tampoco es definido meramente por sus acciones, como Sam Spade. Lo que la distingue es su profundidad psicológica; aunque esa cualidad no siempre está ausente en la clásica ficción detectivesca (véase la obra de Georges Simenon, por ejemplo). Aunado a esto, ciertas novelas son descritas como negras cuando en realidad son obras de ficción de procesos policiales, como las de Andrea Camilleri.
Así que surge una sospecha: se consideraba que la tradicional novela de detectives, correctamente o no, era un producto para los puestos de periódicos que nada tenía que ver con literatura, en tanto el término noir era reservado para novelas que se vendían en librerías y tenían reconocidas cualidades literarias.
Sin consideración a los temas y estilo asociados con el noir, este género es en su mayoría una creación comercial con un nombre francés más refinado. En consecuencia, muchos libros que no son negros efectivamente terminan muy bien guardados en los bolsillos de nuestros abrigos. Además, sigo intentando averiguar real y exactamente qué es un noir.

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