CULTIVAR
EL SER
Hoy en día podríamos decir que educar, es una obra de misericordia
e inclusive de justicia social. «Cultivar
el ser», es sinónimo de Espiritualidad, deporte, educación, ética,
política, ecología, familia, economía, religión. Juan Pablo II definió la filosofía de Santo
Tomás de Aquino como «una filosofía del ser y no del simple parecer»[1].
Por esto la educación desde Santo Tomas de Aquino, alcanza el ser mismo de la
realidad, la intimidad del hombre, su yo. Nos muestra que educar no es solo un
domesticar, aprender unos artes o alienar, sino que es una acción que nace en
las entrañas mismas de la vida personal.
Toda persona desea y sueña ser feliz, «ser tal y como Dios lo
hizo», retomar su imagen, como afirma el Aquinate[2];
pero para eso requiere la solidaridad, la misericordia, la cultura de otros: de
sus padres, de sus maestros, de Dios. «Cultivar
el ser» es así una expresión que influye y sintetiza bien esta pedagogía
del Aquinate. No obstante, él mismo nos da una definición más formal de
educación, que fue recogida por el Papa Pío XI en la encíclica «Casti
connubii»: educar es «promover la prole hasta el estado perfecto del hombre en
cuanto hombre, que es el estado de virtud».
El mundo de la educación sufre en nuestros días de modo particular
la ceguera de los cambios, de las opiniones fugaces; las mismas leyes sobre
educación son ligeras, superficiales, olvidando aquel sabio consejo de
Aristóteles, que recomendaba no cambiar las leyes con frecuencia para así
mantener la fuerza de la costumbre.
La pedagogía y la cultura se han convertido en un maremoto dispersado
en islas independientes de estudio, sin unidad, sin profundidad explicativa y normativa,
sin autoridad. Por eso hay que recuperar una «pedagogía y cultura perenne»,
es decir, arraigada en el ser y en la naturaleza inmutable del hombre, como la
que encontramos en santo Tomás de Aquino. Es necesario retomar la Filosofía de
la educación, no reducir a una diversión y distracción la enseñanza pedagógica,
el cultivo del ser de modo pedagógico es capaz de ordenar el ser a los otros
saberes pedagógicos más concretos, más empíricos, más descriptivos.
Descubriendo el fin que se desvela en la poiesis pedagógica y
cultural, ¿por qué se educa? el quehacer educativo cotidiano.
Aunque suene extraño hoy en día a algunos oídos hablar de la
acción educativa de los ángeles, quiero recordar que se tratan de unos aliados
en nuestro combate diario por crecer en la virtud, en el saber, en artes, en la
cultura. Los padres y los maestros pedagogos por excelencia, deberían invocar habitualmente el auxilio de
los ángeles custodios de sus hijos y alumnos, no sólo como un recurso para
niños, como si se tratara de evitarle el miedo a la oscuridad de la noche[3].
Hay que dirigirse a Cristo, único Maestro, que es el único capaz
de dar crecimiento a la más verdadera educación, la de cultivar el ser, aquella
que nos conduce «a la medida de Cristo en su plenitud» (Ef 4, 13)[4].
El maestro tiene que amar al educando, como el agricultor ama sus plantas.
Actualmente a algunos maestros les resulta difícil este ejercicio
de amor. ¿Cómo animarles es la pregunta? Cultivar el ser de una persona hoy en
día en medio, de ideologías alienantes, una ética meramente cívica que no es
mala, pero en realidad debe ser natural y una cultura sin fundamento racional,
del consumismo, del pensamiento débil, sin ser.
Se requieren la conciencia de vivir una vocación de sembradores y
esperanza en la cosecha que dará fruto. Muchos
que se dedican a la educación, incluso padres, no se sienten llamados a educar,
a cultivar el ser, y prefieren delegar en otros, o en los métodos,
reuniones, etc.
Pero el verdadero maestro es aquel que, a pesar de todas las
dificultades, sabe mirar el ser de su alumno y esperar en él. Hay un clima de pereza
e imprudencia[5],
actitudes escépticas y relativistas, que son la cizaña, la maleza del cultivo
del ser; por eso un compromiso de hoy es fomentar tiempos, lugares y espacios,
donde se cultive el ser, en la familia, en la escuela, en la parroquia; en
ellos la persona encontrará el hábitat primario del cultivo del ser, de la
educación, que es saber escuchar.
La persona desde el cultivo de su ser cambia el mundo, transforma
su realidad, y toma el camino correcto.
LISADRO ANDRES CARDENAS
CARRERO Pbro.
[5] Prudencia como el
pensar correctamente, es la virtud que ordena la fortaleza, la justicia,
templanza, etc..
No hay comentarios:
Publicar un comentario