8 nov 2012

No hay que creer todo lo que digan o se escuche. Al contrario cada cosa debe ser examinada con prudencia y magnanimidad de alma. Muy a menudo pensamos y hablamos mal de las personas conocidas, en vez de pensar y hablar bien. Así es nuestra miseria. Pero los hombres perfectos, no creen todo lo que le cuentan a la ligera, ya que conocen la debilidad humana, propensa a la maledicencia y aficionada a 
la murmuración. Gran sabiduría es no ser precipitado en el obrar, no creer todo a la ligera, menos colocarse a repetir o analizar lo que oye o le dicen. Es preferible ser guiado por alguien mejor, que dejarse llevar por el propio parecer, antes de obrar toma el consejo de una persona prudente y de recta intención; pues la sabiduría hace experimentado al hombre que la posee. Cuanto más intimo y obediente se sea a a la Verdad, tanto más prudente y medido en sus actos sera.





En los animales observamos dos comportamientos: o comen inmediatamente el alimento o recogen provisiones para el invierno, si la naturaleza les permite sobrevivir. El ratón campestre por ejemplo es tan hábil para acumular provisiones, que se ha hecho un proverbio para hablar de la persona que acumula y acumula dinero. Es la sabiduría implícita de Dios en la creación: se trabaja para vivir y tener 
seguridad en los días difíciles. Pero toda buena actitud humana sino se es vigilante se degenera, y el avaro acumula por una pasión, no por necesidad, dejando a los demás sin provisiones. El dinero le roba al hombre el tiempo, la salud y en cierto sentido la vida, porque en la manía de acumular ya no consigue ni siquiera gozar de lo que posee. La fortuna es como el fuego: buen siervo pero terrible señor.





En los animales observamos dos comportamientos: o comen inmediatamente el alimento o recogen provisiones para el invierno, si la naturaleza les permite sobrevivir. El ratón campestre por ejemplo es tan hábil para acumular provisiones, que se ha hecho un proverbio para hablar de la persona que acumula y acumula dinero. Es la sabiduría implícita de Dios en la creación: se trabaja para vivir y tener 
seguridad en los días difíciles. Pero toda buena actitud humana sino se es vigilante se degenera, y el avaro acumula por una pasión, no por necesidad, dejando a los demás sin provisiones. El dinero le roba al hombre el tiempo, la salud y en cierto sentido la vida, porque en la manía de acumular ya no consigue ni siquiera gozar de lo que posee.





El ser es un misterio que ha caído en el roto del mundo, y vive en una constante agonía de trascendencia.

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