Decimos de las personas sinceras que tienen una actitud recta, derecha: una cualidad estimada incluso por los enemigos. Muchos querrían hacernos creer que son sinceros, pero no conseguimos fiarnos de ellos. La sinceridad es una virtud que crece de muchas raíces y, con frecuencia, es innata. El ambiente en que vivimos nos educa para la sinceridad o falsedad pero, en todo caso, la condición para que haya sinceridad es la ausencia de miedo. El animal que tiene miedo escapa; quien tiene miedo de alguien, lo evita. Por eso, fácil decir: ¡No tengas miedo! Somos demasiados pequeños e inferiores a las fuerzas que nos amenazan. Hablar con sinceridad es no humillar la verdad.
A nosotros este mundo nos esclaviza y el exagerado cuidado de cosas pasajeras transitorias nos ata. Rara vez conseguimos vencer un sólo defecto y nos falta decisión para adelantar un día en nuestro camino, quedándonos inmóviles y tibios.
Podríamos gozar de mucha paz sino nos metiéramos en los asuntos ajenos y en lo que los otros dicen o hacen. ¿Como es posible que uno mantenga por largo tiempo la tranquilidad si se entromete en cuidados ajenos, si busca motivos de interés en exterioridades, si rara y sólo superficialmente se recoge en su interior? .
El prototipo de una obra de arte es la verdadera obra de arte. Todo lo que decimos cuenta una historia, porque todo aquello que vivimos tiene una lógica interna.
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