Armando Massarenti: "El cientificismo es, precisamente, hijo del totalitarismo. Es dogmático y no admite el ejercicio de la crítica, ni fuera ni dentro de la ciencia. La ciencia, en cambio, es, o debería ser, la mejor aliada de la democracia. Fue con el nacimiento de la ciencia moderna, en el siglo XVII, cuando se afirmó ese universo de valores –la racionalidad, el rigor lógico, el tener el control sobre las aserciones, la publicidad de los resultados y de los métodos y, por tanto, la posibilidad de criticarlos– que, en parte, diseñó las mismísimas instituciones democráticas. En nombre de esos valores nos sentimos legitimados a ejercer nuestra crítica, incluso en lo que respecta a la propia ciencia. Sobre todo cuando ésta se viste, precisamente, con las prendas del cientificismo y se vuelve arrogante, dogmática y autoritaria. Éste, en cambio, es un fenómeno más político que científico. Raramente encontrarán a un científico verdaderamente cientificista" («Instrucciones sobre cómo tomarse las cosas. Píldoras de filosofía mínima»; Madrid: Paidós, 2010 [2006], página 106)
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