23 may 2016
John Stuart Mill: "Todo lo que quiero decir con esto es que, en un grado que en tiempos fue común, pero que ahora ha caído en desuso, mi padre tenía en cuenta sus sentimientos cuando formaba opiniones; y es ciertamente difícil de comprender cómo alguien que posea ambos en alto grado no se conduzca de igual modo. Sólo los que no saben estimar una opinión confundirán esto con la intolerancia. Los que, atribuyendo a sus opiniones una enorme importancia y a las contrarias una prodigiosa capacidad de causar daño, tienen un profundo respeto por el bien común necesariamente mirarán con disgusto, como cuestión de principio, a los que juzgan malo lo que ellos tienen por bueno, y bueno lo que ellos tienen por malo. Ello no significa que hayan de ser insensibles, y mi padre no lo era a las buenas cualidades de un adversario, ni que hayan de guiarse en su valoración de los individuos por una presunción general, en vez de hacerlo por la totalidad de su carácter. Concedo que una persona abierta y sincera, no siendo más infalible que los otros hombres, se expone a disgustar a la gente por expresar opiniones que no deberían causar desagrado; pero si esta persona no hace ningún daño a los demás ni contribuye a que otros lo hagan, entonces no es intolerante. La indulgencia que surge de hacerse cargo de lo importante que es para la Humanidad el que exista libertad de opiniones es la única tolerancia encomiable o posible para los espíritus del más alto orden moral" («Autobiografía»; Madrid: Alianza, 2008 [1873], páginas 81-82).
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