Bertrand Russell: "Al estudiar a un filósofo, la actitud adecuada consiste en no profesar ni adoración ni desprecio, sino más bien una especie de simpatía hipotética, hasta que sea posible ver lo que deba creerse de sus teorías, y solamente entonces un renacimiento de la actitud crítica, que debe parecerse en lo posible al estado de ánimo de una persona que abandona las opiniones que hasta ahora profesaba. El desprecio impide la primera parte de este proceso; la adoración, la segunda. Hay que tener presente lo siguiente: primero, que un hombre cuyas opiniones y teorías valen la pena de ser estudiadas debe haber poseído cierta inteligencia, y segundo, que no es probable que nadie haya llegado a la verdad completa y definitiva en ninguna materia. Cuando un hombre inteligente manifiesta una opinión que nos parece evidentemente absurda, no deberíamos intentar comprobar que está en lo cierto, sino averiguar cómo llegó a tener la apariencia de una verdad" («Historia de la filosofía»; Madrid: RBA, 2009 [1945], página 83).
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