Max Bense: "De manera que el lenguaje de la filosofía no es sólo un lenguaje de formulación, que debe caracterizar para poder establecer diferencias; es también un lenguaje de transformación, que debe eliminar las diferencias para poder formular. Es un lenguaje que declara algo, pero en la medida en que declara algo, transforma también algo, y lo que fue entendido originalmente se sustrae en seguida al entendimiento, porque ya no es lo que se entendió. La filosofía deforma y, según lo que deforme, reconforta u ofende. Niega a las cosas el nombre que éstas tienen por convención general, para poder caracterizarlas, y sin embargo el mundo, como encarnación suprema de las cosas, sólo se abre ante nosotros cuando se nos presenta descripto en el lenguaje de la filosofía. Acaso el hecho de hallarse permanentemente ocupada en transfiguraciones sea lo que ocasionalmente confiere a la filosofía un carácter de ceremonia, lo que fija su lenguaje en esencias, lo que le confiere estilo, retórico o lacónico, con todos los tonos intermedios, un estilo que no está dedicado a la poesía, sino al pensamiento" («Estética. Consideraciones metafísicas sobre lo bello»; Buenos Aires: Nueva Visión, 1960 [1954], página 81).
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