26 feb 2014

DIMENSION HUMANO-CREATURAL


La opción por los pobres es antes que nada algo con que se confronta cualquier ser humano por el mero hecho de serlo; funge -lógicamente como preámbulo a cualquier fe explícita. Es una fe antropológica en el sentido que da al término Juan L. Segundo y en ese sentido es también una apuesta.

La opción por los pobres es un contenido de la revelación de Dios, pero para descubrirla como tal se necesita con anterioridad lógica -aunque históricamente eso siempre se realiza dentro del círculo hermenéutico- una opción al nivel humano-creatural. El hecho de que la revelación haya sido interpretada tan frecuentemente al margen de la opción por los pobres -y lo mismo ocurre con la liberación, declarada ahora como central al mensaje evangélico, pero tan ignorada en la historia- lo muestra claramente.

Con ello queremos decir que la opción por los pobres es necesaria para comprender la revelación, y lo es porque se realiza al nivel humano-creatural con necesidad, por acción u omisión. Detengámonos, por tanto, en el análisis humano-creatural de la opción. Para hacerlo de forma gráfica y breve, enunciaremos algunos textos de la Escritura como dirigidos a todo ser humano.

1. "La cólera de Dios se revela desde el cielo contra la impiedad e injusticia de los hombres que aprisionan la verdad en la injusticia" (Rom 1,18). Esta afirmación paulina dice que no es nada fácil ver la verdad de las cosas y que existe, más bien, una intrínseca concupiscencia a aprisionar esa verdad. Llegar a conocer la verdad de la realidad, respetar la verdad de lo que las cosas son es entonces conversión y conversión primaria ante la tentación de tergiversar y someter la verdad. En negativo afirma Pablo lo que ocurre cuando se da el sometimiento de la verdad. En lenguaje teológico, aparece la cólera de Dios, la realidad se opaca y no revela a Dios, el corazón del hombre se entenebrece y Dios le entrega a toda suerte de abominaciones. En lenguaje histórico, la realidad clama y protesta, pero se oculta su verdad más íntima, el ser humano se ciega y se deshumaniza. Y esto vale, en el fondo, para todos: gentiles y judíos.

En este contexto la opción por los pobres afirma en primer lugar que la verdad de la realidad de nuestra historia se transparenta más desde los pobres, tal como se les ha descrito, que desde ellos se llega a conocer lo que es más flagrante de la historia y la totalidad de nuestro mundo. Afirma por ello -aunque en un primer momento es una apuesta- que desde ahí hay que ver la realidad y que, históricamente al menos, el llegar a ver la realidad desde ahí es conversión, es hacer contra otras perspectivas desde las cuales llegar a conocer la verdad: poder, humanidad universalizada y abstracta, el más allá, etc.

Estas afirmaciones nada tienen de puramente teóricas. El mundo de hoy -y su propaganda- hace todos los esfuerzos posibles para que no aparezca la verdad de la realidad. Intenta hacer creer que el ser humano es el del Primer Mundo, del cual participarían analógicamente, para su propia humanidad, la mayoría de seres humanos en el Tercer Mundo. Intenta tergiversar la realidad de los pueblos crucificados convirtiéndolos en países en vías de desarrollo; situaciones inhumanas, como las de los países centroamericanos, en democracias incipientes. Intenta explicar en términos ideológicos el problema fundamental del mundo de hoy, cuando en la realidad es un problema de vida y muerte.

Desde los pobres se ve mejor el mundo como es, no se aprisiona su verdad. Pero como esa realidad es pecado y como el pecado busca siempre ocultarse, pasar desapercibido o incluso hacerse pasar por lo contrario, llegar a ver el mundo desde los pobres es también conversión; objetivamente, en contra de las apariencias, y subjetivamente, en contra del propio interés que busca hacer coincidir la realidad con lo deseable para uno. La opción por los pobres es, pues, antes que nada, una opción por la verdad, por ver la realidad de este mundo tal cual es, una conversión epistemológica radical y una apuesta -verificada después- de que desde los pobres se transparenta mejor la verdad del mundo.

2. "Un samaritano que iba de camino llegó junto al herido, y al verle tuvo compasión; y, acercándose, vendó sus heridas... " (Lc 10, 33ss). A la ultimidad de la visión de la realidad desde los pobres corresponde la ultimidad de la reacción hacia los pobres. Todo ser humano -Judíos ortodoxos o samaritanos herejes- se encuentran con un herido en el camino y ante él sólo hay dos reacciones posibles: o pasar de largo e ignorarlo o acercarse a él, curarle y llevarle a lugar seguro. Esto último es el contenido de la opción por los pobres. Sus mecanismos serán diversos, asistenciales, promocionales o estructurales, según el herido sea un individuo o pueblos enteros tendidos en el camino que esperan salvación. La opción por los pobres insiste en el Tercer Mundo en la perentoria necesidad de esto último por el carácter estructural de la pobreza. Pero lo que ahora interesa recalcar es la ultimidad de la reacción hacia el pobre.

Jesús menciona la parábola para explicar cuál es el mayor de los mandamientos, pero el contenido de la parábola no basa la reacción del samaritano en que quisiera o tuviera que cumplir un mandamiento, sino en algo más primigenio: en la compasión y misericordia que siente ante el herido. "Movido a compasión", se dice de él. El ser movido por la miseria ajena interiorizada en lo más profundo de uno -esplaginzomai: reaccionar porque se revuelven las entrañas- y que esa miseria mueva a una acción salvadora es algo último que posee su propia evidencia o no la posee.

Opción por los pobres es, entonces, reaccionar con ultimidad a la miseria y reaccionar por la única razón de que ésta se ha hecho presente ante uno. No es un mandamiento, algo que hay que hacer porque está mandado, ni algo que se hace evidente sobre la base de otra realidad exterior a la miseria misma. Es, más bien, una forma primaria de reaccionar ante la realidad.

3. "Nadie puede servir a dos señores; porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro" (Mt 6, 24). Esta cita de Jesús muestra la necesidad de elegir y de elegir entre realidades objetivas que son en sí mismas excluyentes y duélicas. No se puede servir al pobre y a sus empobrecedores, a las víctimas y a sus verdugos. La razón última de que la opción sea de este tipo no está en la subjetividad de quien opta; la opción no se opone, por tanto, a una intención amorosa universal a todos, pobres y empobrecedores, aunque se deberá expresar en forma muy distinta. La razón está en lo objetivo de la opción. Pobres y empobrecedores son excluyentes unos de otros; más aún, coexisten en relación duélica, unos hacen contra otros. Es claro que los empobrecedores hacen contra los pobres, y es claro que los pobres -por su misma realidad y más cuando toman conciencia de ella- hacen contra los empobrecedores en cuanto empobrecedores, sea cual fuere su actitud hacia ellos como seres humanos.

Optar por los pobres significa entonces encarnarse en un conflicto objetivo de la historia, disponibilidad a aguantar las consecuencias del conflicto y a aguantar la sorpresa y el escándalo de que el verdugo triunfe o parezca triunfar sobre la víctima. Esto no se deduce necesariamente de una teoría que absolutice el conflicto, vea en él el motor de la historia y el camino para la planificación de ésta. Se deduce de la misma historia de la revelación y de la experiencia cotidiana. La opción por los pobres no es en sí misma conciliatoria, aunque se espera que lleve también a una verdadera reconciliación; no es algo pacífico, aunque se espera que lleve también a una verdadera paz. Es más bien una verdadera opción que lleva a quien la hace a encarnarse en el conflicto de la historia y exige de él disponibilidad a mantenerse en él y fortaleza para asumir las consecuencias.

4. "Entonces dirá el rey a los de su derecha: "Venid, benditos de mi Padre... porque tuve hambre y me disteis de comer..."" (Mt 25, 31-46). La opción por los pobres es un modo de ver la historia, de reaccionar hacia ella y de encarnarse en ella; pero es también la manera de llegar a vivir como ser humano. Es salvación. En la parábola del juicio final, en la que están presentes "todas las naciones", se afirma qué es lo que lleva a la salvación última. Pero si no se entiende ésta extrinsecistamente en discontinuidad con la vida presente, se afirma también lo que significa vivir ya como seres humanos salvados, vivir ya con sentido. La salvación de la propia vida y el sentido de la vida en el presente se decide en la opción por los pobres. La condenación futura y el sin sentido presente se decide en una opción al margen de los pobres que en el fondo es siempre contra ellos. Y no hay nada fuera de esa opción por los pobres en lo que en definitiva se decida la salvación. Hay salvación cuando se opta por los pobres en cuanto tales, sin que ninguna otra cualificación en ellos tenga que forzar la opción; se opta porque tienen hambre, sed, desnudez, enfermedad, cautividad. Y el hecho mismo de optar por ellos, de ayudarles y servirles, independientemente de la conciencia explícita con que se haga eso -"Señor, ¿cuándo te vimos hambriento...?"-, produce salvación y hace vivir como seres humanos salvados.

La opción por los pobres es salvación porque es amor y es un amor que descentra al ser humano. Según la afirmación de Jesús, el que quiere ganar su vida la pierde y el que la pierde la gana. Quien organiza su vida alrededor de sí mismo, de su grupo, partido, institución, Iglesia, por muy comprensible que eso sea, por muy importantes que sean las preguntas por la propia salvación y por las propias necesidades, no deja de tener una concepción egocéntrica -que frecuentemente degenera en egoísta- de la vida; quiere ganar la vida en directo, y la pierde. Pero quien organiza su vida alrededor del otro, olvidándose de sí mismo, la gana. El pobre es el prototipo del otro, al que se va simplemente porque representa alteridad y discontinuidad con respecto a uno mismo, al que se va sin esperar nada para uno -aunque después se reciba-. Ese amor realmente descentrado que exigen y posibilitan los pobres es, en último término, lo que hace que la opción por ellos pueda ser salvación.

Afirmar que la opción por los pobres es salvación es, además, afirmar que la salvación es posible; es apostar por la esperanza en la historia, que la última palabra de la historia es bendición y no condenación. Afirmar que de los pobres es el reino y que quienes optan por ellos entran en el reino es la forma de aceptar que en la historia hay un sentido último contra muchas apariencias; es una forma de fe que mueve a optar, fides qua, pero que posee también un contenido, fides quae, explícito o implícito: hay salvación.

La opción por los pobres es, pues, antes que nada, una opción con la que se confronta todo ser humano por el mero hecho de serlo; es una forma de ver la realidad, reaccionar ante ella, encarnarse en ella y vivir como ser humano con sentido, salvado. Esta opción, por ser humano-creatural, es lo que más radicalmente divide a la humanidad y también lo que genera comunión entre seres humanos. En palabras de monseñor Romero, divide porque "ahí se le presenta a la Iglesia, como a todo hombre, la opción más fundamental para su fe: estar en favor de la vida o de la muerte" (discurso de Lovaina, 2 de febrero de 1980). Pero monseñor Romero creyó también que alrededor de la vida de los pobres se genera comunión entre los seres humanos en cuanto tales y su argumentación para ello estaba al nivel de lo radicalmente humano. "Que no se olvide que somos seres humanos", decía para motivar a la solidaridad de todos. "Es preciso defender lo mínimo que es el máximo don de Dios: la vida", decía para mencionar la tarea fundamental de todo ser humano.

No hay comentarios:

Publicar un comentario