21 feb 2014

La filosofía que enseña lógica y ética a temprana edad.





Especialistas dicen que es clave incentivar en niños el pensamiento lógico y principios éticos.

El rótulo suena por lo menos extraño. En Internet, por Filosofía para Niños o por el nombre del fundador de este movimiento educativo, el estadounidense Matthew Lipman, se puede encontrar la referencia a una corriente mundial creada en 1969, que postula, con mucho tino, la formación del pensamiento desde la infancia, con elementos tomados directamente de las diversas ramas de la filosofía: lógica, ética, estética, ontología...

Irene de Puig (española) y Angélica Sátiro (brasileña) se encuentran en Colombia como invitadas centrales de la V edición del Congreso Internacional de Creatividad e Innovación Social y V del Seminario Internacional de Filosofía para Niños, organizados por la Corporación Universitaria Minuto de Dios y la Fundación Crear Mundos de España, que concluirá mañana, en Bogotá. El tema del encuentro tiene todo que ver con Colombia: ‘Pensar una ciudadanía creativa’.

Ellas, con Víctor Andrés Rojas, docente de la Corporación Universitaria Minuto de Dios, explicaron el abecé de este asunto, ni tan extraño ni tan complicado.

Hablan de filosofía para niños, pero ¿de qué edades?

IDP: De los 3 hasta los 18, es decir, la edad escolar amplia. Desde los tres porque es cuando empiezan a hablar con un poco de soltura, pues la palabra es fundamental para la comunicación de conceptos, para llegar a la abstracción. Pero a los tres años, a partir de elementos muy simples, como los cuentos, las historias, las leyendas, todo aquello que forma parte del universo infantil, se pueden trabajar ciertos conceptos y habilidades, aprender a distinguir, a definir, a buscar semejanzas y diferencias. Se puede hacer un trabajo previo para que los niños más adelante empiecen a estructurar su cabeza más lógicamente, más distintamente, como decía Descartes.

AS: La buena noticia es que no tratamos de enseñar lo que dijo Kant o Descartes a un niño de tres o cuatro o cinco años. Lipman tuvo una intuición genial, que fue observar que hacía falta pensar mejor en la educación y a la vez entender que la filosofía como campo de conocimiento podía aportar en el proceso mental. Entonces Filosofía para Niños no enseña el contenido histórico de la filosofía, sino el proceso del pensamiento. Por eso es poderosa.

¿En qué momento uno puede reconocer que el pensamiento del niño se inscribe dentro de lo filosófico? ¿Cuáles son las preguntas que hacen?

VAR: Cuando los niños empiezan a hacer las preguntas sobre lo que observan, sobre lo que viven. “¿Qué es?” es una pregunta filosófica, que indaga por el entorno, que está integrada en su reconocimiento del cosmos. Qué, para qué, cómo, dónde, por qué son preguntas sobre el sentido: pretenden encontrar las razones de las cosas y los niños todo el tiempo juegan con ellas, casi de forma natural.

Nosotros lo que queremos es valorar esas preguntas. Claro, hay unos procesos lógicos de estructuración del pensamiento que les pueden ayudar a la formulación de nuevas y mejores preguntas. Lo interesante es que esas preguntas nacen cuando ellos se encuentran con las cosas. Se generan desde sí mismos. Y Filosofía para Niños busca es que las personas piensen por sí mismas.

IDP: De hecho, cuando están más pequeños, los chicos reproducen la historia misma del pensamiento. El asombro, la maravilla del mundo les plantean las mismas preguntas que tuvieron los primeros filósofos ante el cosmos, ante el firmamento, ante el cambio de estaciones. El niño es como un filósofo ingenuo, que se sitúa en un mundo y se pregunta para orientarse. Filosofía para Niños está a favor de no dejar colgadas esas preguntas, no dejarlas en “cállate” o en “esas no son cosas de niños”, “espérate, no es el momento”, sino trabajar con esas ellas no para dar respuestas, y menos definitivas, sino para incentivar esa capacidad de aventura y de descubrimiento que tienen. Los filósofos y los niños, en algunos aspectos, son muy parecidos.

AS: Para complementar, las dudas que tienen los niños frente al mundo son las dudas que también trabajan los filósofos. Dudas que tienen que ver con campos éticos. Quieren entender por qué para unas cosas tienen libertad y para otras no. Lipman entendió que era necesario que los niños fueran escuchados y, a partir de sus dudas, entablar unos procesos para pensar mejor. Algunas dudas son estéticas, otras éticas, otras lógicas, otras antropológicas. ¿Quién soy yo?

Desde el jardín infantil surge la cuestión de cuáles son mis límites respecto del otro...

¿Quién soy yo delante del otro? La identidad y la alteridad se construyen con esas preguntas, en esas situaciones.

VAR: En ese tema Filosofía para Niños tiene algo muy importante, que es la comunidad de diálogo: se trata de comunicar mis ideas y empezar a debatirlas, y a confrontar las ideas del otro, para construir con el otro. Es un diálogo consciente, argumentativo, deliberativo, en el cual existe la confrontación pero hay cuidado con la postura contraria. Tus preguntas van, las mías van, y en ese movimiento se construyen saberes. Algo muy importante en Colombia.

AS: No solo es una construcción individual y social de saberes. Lipman anotó que en estas situaciones mientras el uno habla y el otro escucha, internaliza el discurso del otro, no solo la idea que dice, sino cómo lo dice. Hay ahí todo un proceso relacionado con el conocimiento, pero también con la construcción de identidad. Lo cual creo que es fundamental para Colombia, donde hay una fractura social, una herida social a flor de piel, y eso tiene un componente previo de sanación.

¿Cómo aprendemos a pensar mejor?

Primeramente, confrontando nuestro pensamiento con otro. Incluso a veces en un diálogo interior. Y unas formas que sean muy claras, que el otro pueda entender y pueda contrastar. Nadie tiene una razón, la razón es diversa y compartida. Mis opiniones pueden ser criticadas, valoradas y trabajadas a través de otras miradas, y eso me ayuda a pensar mejor. Se puede ayudar a los niños a construir un pensamiento coherente y ético, es decir, con la cabeza y con las actitudes.

FRANCISCO CELIS ALBÁN
EDITOR EL TIEMPO

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