27 feb 2014

LOS POBRES. TEOLOGÍA.


DIMENSION TEOLOGAL

Recalcar lo humano-creatural de la opción por los pobres nos parece importante para enfatizar su radicalidad y ultimidad. Lo humano, sin embargo, se da siempre también de forma historizada en tradiciones, religiones, ideologías. la reflexión sobre la opción por los pobres acaece, pues, en un círculo hermenéutico: desde lo humano y desde tradiciones en que se vive lo humano. Las religiones abrahámicas y ciertamente la fe cristiana tienen como contenido esencial la opción por los pobres, la justicia, la liberación, etc. Y lo fundamentan en la misma revelación y realidad de Dios. Comencemos, pues, analizando la dimensión teologal de la opción por los pobres como correlato más inmediato a su dimensión humano-creatural.

En la tradición bíblica Dios se revela en y a través de una opción. Para dar razón de la elección de un pueblo, de la encarnación o de la muerte de Jesús en la cruz, sólo se puede apelar al eterno designio de Dios, a la libre autodeterminación de Dios de mostrarse así y no de otra manera. Y en esto consiste la especificidad del conocimiento bíblico de Dios: en conocerle en la medida en que él se da libre y concretamente a conocer.

La teología cristiana acepta este hecho y tiene necesariamente que aceptarlo, pues ella misma está basada y centrada en un libre designio de Dios. Quizás pueda, por ello, estar dispuesta a aceptar la terminología de "opción" de Dios; pero es más reacia a aceptar la "opción por los pobres" del mismo Dios, la parcialidad de Dios en su revelación, el que se revele a unos y no a otros, incluso en favor de unos y en contra de otros. La universalidad de la revelación y del amor de Dios -y, en la práctica, otros intereses- parecen peligrar si se habla de parcialidad de Dios, aunque no peligraría al mencionar el concreto designio de DIOS. La parcialidad de Dios en su revelación es, sin embargo, algo fundamental en la Escritura. Dios se revela como quien hace una opción por los pobres y esa opción es mediación esencial de su revelación. En el hecho fundante del pueblo de Dios está un acto parcial, la liberación de Egipto, a través de la cual Dios se muestra como él es. No se puede separar revelación del nombre de Dios -como revelación "universal"- y voluntad concreta liberadora de Dios. Este acto fundante es parcial. Dios no se revela a todos por igual, a los israelitas y al faraón. Y la razón de esa parcialidad está en el sufrimiento y opresión de un pueblo. Que Dios quiera además elegir a ese pueblo, que haga una alianza con él, que le exija que le dé culto, son todas cosas verdaderas. Pero la razón por la que se revela a ese pueblo es otra:

Bien vista tengo la aflicción de mi pueblo en Egipto y he escuchado el clamor que le arrancan sus capataces; pues ya conozco sus sufrimientos. He bajado para liberarle de la mano de los egipcios y para subirle de esta tierra a una tierra buena y espaciosa (Ex 3, 7ss).

Esta parcialidad de Dios permanece una constante en el AT, aunque unas tradiciones la subrayen con más fuerza que otras. En los profetas Dios llama "mi" pueblo a los oprimidos dentro de Israel, no a la totalidad del pueblo. En los salmos se dice: "Padre de huérfanos y viudas es Dios" (Sal 68, 5). Oseas dice: "En ti el huérfano encuentra compasión" (Os 14,3), lo cual ha sido reconocido como la confessio veri Dei en el AT. Yahvé es el Go'el de Israel porque defiende al pobre. En el NT Jesús anuncia la buena noticia del reino de Dios a los pobres y únicamente a los pobres. Así lo afirma en las bienaventuranzas (versión de Lc), en el discurso inaugural en la sinagoga de Nazaret; y así lo defiende en las parábolas contra sus detractores.

Esa parcialidad de Dios es un hecho, pero es además un hecho revelatorio de la misma realidad de Dios, no sólo ocasión para que Dios se revele. Dios no sólo hace una opción por los pobres, sino que a través de ella se muestra como Dios, de modo que si desaparecieran de la Escritura los pasajes sobre esa opción quedaría una imagen desleída y muy distinta de la realidad de Dios. La capacidad revelatoria de la opción de los pobres se muestra tanto en el contenido de lo que es Dios como en su dimensión de misterio trascendente. La opción por los pobres concretiza el "amor" de Dios -su última definición- como justicia que sale en favor del oprimido y como ternura que se deja afectar por el sufrimiento causado a lo débil, pequeño e indefenso. Y la opción por los pobres es una forma de mantener el misterio de Dios, el que así es Dios por ser Dios. Ese ser así de Dios es lo impensado por la razón natural y lo no querido por la razón pecaminosa-opresora. El así de Dios trasciende las expectativas del hombre natural e incluso la de los pobres -recuérdense los afanes de Jesús por convencer a los pobres de la bondad de Dios- a quienes se les ha introyectado otra idea de Dios. Ese ser así de Dios muestra el misterio de Dios porque para ello no hay ninguna razón que pudiera inventar la razón lógica. La opción de Dios por los pobres no encuentra su justificación, como lo pretende la razón lógica, en la calidad personal, ética o religiosa de los pobres, como recuerda Puebla (n. 1142), sino simplemente en que son pobres y en que así reacciona Dios. La opción de Dios por los pobres -análogamente a la visión paulatina de que Dios se revela en la cruz- es una forma -e históricamente una forma muy eficaz- de expresar la trascendencia de Dios. Tiene, pues, una capacidad revelatoria. "La pasión de Dios por los pobres" (L. Boff) le revela como Dios, y desde ahí, y no al margen de esa parcialidad, habrá que conocerlo como el Dios universal.

 DIMENSION CRISTOLÓGICA

Cristo, definitivo mediador de Dios y definitivo hombre, historiza y lleva a plenitud lo dicho en los dos apartados anteriores. Historiza la opción de Dios por los pobres y lleva a plenitud la opción que todo ser humano debe hacer por ellos. La opción por los pobres está en el comienzo de su actividad: su misión consiste en anunciar la buena noticia del reino de Dios a los pobres; y al final de su vida pronuncia el discurso sobre la salvación definitiva que se juega en la opción y sólo en la opción por los pobres. El contenido de esa opción y lo que tiene de opción proporciona lógica interna a la vida, actividad y destino de Jesús. Recordemos brevemente la estructura fundamental de la opción de Jesús llevada a cabo por él mismo, exigida a sus seguidores y que posee valor permanente para el cristiano a lo largo de la historia.

Jesús presenta una visión de la historia desde los pobres que trastrueca visiones tradicionales y convencionales: de los pobres, de los despreciados, de los indefensos, de las víctimas es el reino de Dios; no de sus opresores y verdugos. Esa es la buena noticia que hay que anunciar como la verdad última de la historia contra todas sus apariencias. Al servicio de esa buena noticia Jesús pone signos que la muestran como verdad: realiza curaciones, expulsa demonios y acoge a pecadores y despreciados. Estos son signos -aunque sólo signos- de que el reino se acerca a los pobres. Son signos benéficos que salvan de necesidades concretas a los débiles y despreciados. No son la salvación -término técnico en singular que se fraguará después en el NT-, sino salvaciones plurales de necesidades plurales que afectan al cuerpo y al alma. Y son signos no solo benéficos sino liberadores, pues las enfermedades, las posesiones diabólicas y, ciertamente, la pobreza y la Indignidad social se atribuyen a fuerzas opresoras que todo lo permean, sea que esa opresión se exprese en conceptos mitológicos -hoy no científicos- o históricos. Ante esas necesidades, Jesús reacciona con misericordia y hace ella de algo central y último: ante las necesidades, sean de la índole que sean, y por ello también ante las necesidades fundamentales de la vida, hay que reaccionar con misericordia, sin más justificación que el hecho mismo de las necesidades. Esa misericordia, escandalosa para muchos de sus oyentes, es la que tiene que esclarecer una y otra vez sobre todo en sus parábolas sin poder ofrecer otra justificación más que "así es Dios, tan bueno con los débiles". Jesús, por último, celebra los signos del advenimiento del reino; sienta a una mesa a los despreciados de este mundo y así afirma que ha comenzado la fraternidad.

Junto a estas actividades que son "signos" del reino, Jesús lleva a cabo otras actividades que pueden denominarse, aunque análogamente en relación al uso actual del término, una praxis. Esta tiene como objeto la transformación de la sociedad como tal en favor de los pobres. No es que Jesús proponga teóricamente cómo deba ser la sociedad para que llegue a convertirse en el reino de Dios, ni que proponga mecanismos técnicos para ello; de hecho sólo exige la conversión.

Pero la denuncia del antirreino, de la sociedad como totalidad, es una forma sub specie contrarii de apuntar a un mundo que en su totalidad se haga más afín al reino de Dios. Esa praxis se realiza en las controversias, denuncias y desenmascaramientos de una sociedad opresora religiosamente y, a través de ello, económica, social y políticamente. Con esa praxis Jesús quiere defender a los oprimidos y por ello se dirige formalmente contra los grupos opresores: ricos, fariseos, escribas, sacerdotes y, en menor medida, dirigentes políticos. Esa praxis -aunque ya el anuncio de la buena noticia a los pobres y los signos de su liberación causasen escándalo- explica el destino de Jesús, la persecución que se convirtió en clima de su vida y su ajusticiamiento en la cruz por subversivo y blasfemo. La cruz de Jesús es el argumento más claro para mostrar que Jesús hizo una opción por los pobres y el carácter conflictivo de la opción. La cruz de Jesús muestra que en verdad hay pobres y empobrecedores, oprimidos y opresores, reino y antirreino, Dios de vida e ídolos de muerte, mediadores históricos de la vida y de la muerte; que ambos tipos de realidades están en conflicto y en lucha, y que la opción por uno es opción contra otro. La cruz de Jesús muestra el hecho, y también el escándalo, de que el opresor vence en el conflicto, de que los dioses "rivales" parecen tener más fuerza que el Dios de la vida y de que sus mediadores son capaces de dar muerte al mediador del verdadero Dios. La cruz deja pendiente la respuesta a la pregunta por qué muere Jesús, pero queda claro por qué le matan. Lo primero no obtiene una respuesta apodíctica en el NT, sigue escándalo y sólo queda decir: "así es el designio de Dios". Con la resurrección de Jesús, al no desaparecido escándalo se añade la esperanza: al menos en el caso de Jesús, el verdugo no triunfó sobre la víctima, Dios hizo justicia a los crucificados de la historia. Lo segundo, sin embargo, es muy claro: Jesús muere en la cruz no sólo porque ayuda o sirve a los pobres sino porque hace una opción por ellos. Y en esta historia en que los dioses están en lucha, optar por los pobres es hacer contra sus opresores.

El valor permanente de la opción de Jesús por los pobres es, pues, claro: hay que ver la historia desde ellos y, escandalosamente, como esperanza para ellos; hay que poner signos de todo tipo en su favor, benéficos y liberadores; hay que denunciar y atacar el antirreino desde su raíz. Y hay que optar por los pobres, introducirse en el conflicto de la historia por salir en su defensa, aunque en ello surja la persecución y la muerte.

En la actualidad, hay que pensar cuáles sean las mejores mediaciones para acabar con el antirreino y dirigir la totalidad histórica y social hacia el ideal del reino de Dios. De ahí, la obvia necesidad de mediaciones analíticas. Pero, además, hay que recalcar la necesidad de hacer la opción por los pobres con un determinado espíritu para que la siga inspirando y potenciando y para que la sane de los inevitables subproductos negativos que siempre amenazan a cualquier tarea, por necesaria, justa y buena que sea, que llevamos entre manos los seres humanos.

Ese espíritu no es otro que el espíritu de Jesús tal como aparece en su vida y enseñanzas. En un breve resumen sistemático podemos decir que la opción por los pobres debe ser hecha, en primer lugar, con espíritu de cercanía hacia ellos. La cercanía es necesaria para conocer la realidad de los pobres, pero en sí misma es ya algo salvífico, un superar barreras y de ese modo devolver la dignidad perdida de los pobres. Esa cercanía debe hacerse como empobrecimiento y abajamiento. En lenguaje trascendental afirma Pablo que "Cristo, siendo rico, se hizo pobre" (2 Cor 8,9); en lenguaje histórico Jesús exige de sus seguidores -y él mismo lo ejemplifica- el dejarlo todo. Con ello quiere indicar la radicalidad con la que hay que servir al reino, pero recalca también la necesidad de llevar a cabo la misión en pobreza intuición que siempre han recogido los grandes santos, sobre todo los reformadores. Cercanía y empobrecimiento generan ya fraternidad -no avergonzarse de llamarles hermanos, cf. Heb 2,11- y expresan la intuición cristiana de que en lo que está abajo en la historia hay un tipo de fuerza insustituible y no encontrable en ningún otro lugar.

En segundo lugar, la opción hay que realizarla con el espíritu del que habla Jesús en el sermón del monte y las bienaventuranzas de Mateo, entendidas no para determinar el destinatario de la opción sino el espíritu con que debe hacerse. Puede hablarse así de un espíritu "paradójico" que pareciera restarle importancia a la seriedad de la opción por los pobres pero que, a la postre, la potencia: la mansedumbre que sana la prepotencia, el amor a la paz que impide hacer una mística de la violencia aunque ésta pudiese llegar a ser necesaria y justa, la disponibilidad al perdón y a la reconciliación, la limpieza de corazón para mantener la verdad de las cosas y para que no se introduzca la tendencia a aprisionarla y al dogmatismo, la fortaleza e incluso el gozo en la persecución para que no decaiga la esperanza en medio de las pruebas.

En tercer lugar, la opción hay que realizarla con espíritu de gratuidad y de agradecimiento. Mantener la gratuidad, recordar que todo tiene su origen en quien nos amó primero, en quien optó por nosotros antes que nosotros por él, que nos perdonó -también nuestros pecados contra los pobres- por amor, que nos ha concedido ojos nuevos para ver, oídos nuevos para escuchar v manos nuevas para actuar, es importante para que en la opción por los pobres no se introduzca la hybris que todo lo amenaza y la opción por los pobres no degenere, sutil o burdamente, en opción por el propio yo, el propio grupo, la propia organización o la propia Iglesia. El espíritu de agradecimiento es de justicia para reconocer lo que los pobres devuelven a quienes optan por ellos, con lo cual la opción por los pobres y sus costos se convierten en algo más que en pura exigencia ética-, se convierte también en gozo, en el tesoro escondido por el que merece la pena venderlo todo.

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