No solo los jóvenes son víctimas de ciberacoso. El fenómeno toma fuerza en ambientes laborales. ¿Qué hacer?
Hoy en día es mucho más fácil destruir a alguien. Antes, si alguien sufría de hostigamiento en su puesto de trabajo, la situación solía extenderse por años. Ahora, bastan por lo general tres meses para lograr los mismos efectos. “El ciberacoso es como un concentrado”, explica Katja Stilz, experta en psicología del trabajo. Ella ha comparado el clásico hostigamiento en el puesto laboral con su variante virtual.
Katja Stilz: “Ya no hay espacios de refugio. Con el teléfono inteligente uno lleva a sus enemigos consigo, en el bolsillo”.
Las posibilidades que ofrece Internet han llevado las campañas difamatorias y de odio a otro nivel. “Ya no hay espacios de refugio. Con el teléfono inteligente uno lleva a sus enemigos consigo, en el bolsillo”, observa Stilz. El ciberacoso –que frecuentemente se asocia con jóvenes y adolescentes− ha llegado también a la vida de los adultos, y se extiende. “Alrededor del 28 por ciento de ellos ha vivido clásicas experiencias de hostigamiento, mientras un 8 por ciento ha sufrido ya ciberacoso”, detalla la experta.
En el mundo laboral aparecen así nuevos tipos de victimarios. “Internet se convierte en un instrumento, con el que también empleados jerárquicamente débiles pueden sentirse empoderados”, explica Stilz y describe así al tipo de los “vengadores”. Los ataques suceden con frecuencia sin un objetivo determinado.
Se trata entonces de envidia, placer por el sufrimiento ajeno o pura mezquindad por aburrimiento. A diferencia del hostigamiento clásico, este suele reforzar la identidad grupal y desplazar a los competidores. No pocas veces se practica con la complicidad de los superiores. Puede tocarle a cualquiera, incluso al antes intocable jefe. “En sus reacciones, se hace evidente lo indefensos que se hallan los adultos ante este hostigamiento. Muchos no se aceptan como víctimas y no buscan ayuda” técnica y psicológica, cuenta Stilz.
La red no olvida
El ciberacoso tiene, además, una fuerza diferente. Internet, ya lo ha demostrado la ciencia, le permite a la gente dar rienda suelta a su lado oscuro con mayor facilidad. “La empatía con el acosado disminuye, uno no ve sus lágrimas”, aclara la psicóloga social Catarina Katzer, del Instituto de Ciberpsicología y Ética Mediática. El anonimato en la red hace más fácil que alguien se convierta en victimario y actúe sin que su entorno social lo frene.
Katzer habla de “One-Touch-Mobbing” u hostigamiento de un toque, a través de los actualmente omnipresentes dispositivos móviles, sobre todo entre jóvenes y adolescentes. Cita estudios recientes, según los cuales, en Alemania, hasta un cuarto de los chicos de entre 12 y 18 años ya habría sido víctima de ciberacoso: rumores, insultos, fotos comprometedoras que se vuelven virales a través de páginas o aplicaciones web, y le dan la vuelta al mundo.
Ese material apenas se deja eliminar de la red. ¿Qué se alcanza con borrar un terrible video de YouTube, si ya alguien lo tiene guardado y puede volver a ponerlo a circular en cualquier momento? Katzer estima que alrededor del 20 por ciento de los afectados quedan abrumados a largo plazo por esa carga. Su autoestima se ve dañada, sus contactos sociales empobrecidos, a veces comienzan a dañarse físicamente a sí mismos.
“En Alemania, estamos hablando de unos 500.000 jóvenes y adolescentes traumatizados”, advierte esta psicóloga social. A ella le gustaría que los proveedores de conexiones de Internet, así como los administradores de redes sociales se implicaran más claramente en la lucha contra estas campañas difamatorias y de odio; que, por ejemplo, facilitaran la eliminación de contenidos ofensivos: “Al menos podrían ocuparse de que los afectados hallen ayuda rápidamente”, insiste, y se imagina un botón salvador.
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