La libertad, fuente de creación
La libertad impulsa siempre la creación de ideas. Allá donde surgen ideas con naturalidad hay libertad para la innovación, para conectar entre sí ideas preexistentes.
Las ideas no saben a quién pertenecen y a quién no. Ni siquiera saben que tienen dueño. Saben que han nacido para solucionar problemas y promover avances; saben también que han surgido para desplazar las viejas ideas y para sacrificarse ante otras mejores. Son así de generosas. Necesitan ser libres y competir, vincularse con otras. A imitación de la naturaleza, también existe entre ellas un principio de selección natural, aunque no sepamos cómo localizarlo en las leyes del universo.
El especialista en innovación Steven Johnson comparte básicamente este principio en sus teorías. En su obra Las buenas ideas –publicada en España por Turner Noema–, analiza las propiedades y pautas comunes que aparecen de forma recurrente en aquellos espacios sociales en los que las nuevas ideas y las más útiles florecen de forma más prolífica, derribando el tópico de que las ideas llegan de noche a individuos aislados. No es verdad: llegan a los cafés antes que a los laboratorios, a los barrios céntricos antes que a las casas aisladas. Estos son los mecanismos que regulan la aparición y el tráfico de ideas.
➊ Las ideas nacen de restos del pasado
Tomamos lo que hemos heredado o hemos encontrado por casualidad. Simplemente lo reorganizamos y le damos una nueva forma. La evolución avanza haciéndose con los recursos disponibles; la mente visita un vertedero de restos de viejas ideas que combinados producen un pequeño milagro. La Tierra anterior a la vida que conocemos estaba dominada por un puñado de moléculas básicas: amoniaco, metano, agua, dióxido de carbono, algunos aminoácidos y simples compuestos orgánicos. Aquellas moléculas iniciales a partir de transformaciones y combinaciones consiguieron crear vidas complejas.
El científico Stuart Kauffman se refería a estas combinaciones creativas como “lo posible adyacente”, es decir el potencial creativo del cambio. No tiene límite conocido: cada nueva combinación da pie a consecutivas combinaciones nuevas.
La historia de la vida y la cultura humana es la historia de la exploración gradual pero incansable de lo adyacente.
➋ Una nueva idea es una red
Para que nazca una idea en nuestro nivel consciente, una constelación particular de neuronas se activa por primera vez en el cerebro: una nueva idea es una red de células que exploran lo posible adyacente entre las conexiones que se pueden establecer en el cerebro.
Una idea no es una cosa única; es más bien un conglomerado. La red necesita estar densamente poblada, no basta si son solo algunas de los 100.000 millones existentes en nuestro cerebro las que se asocian. Teniendo en cuenta que cada neurona está conectada como media con otras mil diseminadas en el cerebro hasta totalizar cien billones de conexiones neuronales, la red más compleja del mundo, la generación creativa aún del menor rango necesita una gran cantidad de sofisticadas conexiones.
La red necesita ser plástica, capaz de adoptar nuevas configuraciones. El entorno que mejor puede influir en la creatividad de nuestro cerebro son otras redes cerebrales que investigan lo adyacente. Por encima de cualquier equipamiento, la herramienta más productiva para generar nuevas ideas es un grupo de seres humanos sentados alrededor de una mesa; de ahí la perseverancia en el brainstormisg.
➌ La lenta intuición
Los juicios rápidos son en apariencia brillantes y pueden proporcionar a sus autores soluciones efímeras, pero las nuevas ideas que cambian algún curso de la vida rara vez proceden de una corazonada.
Las corazonadas que se convierten en auténticas innovaciones lo hacen tras largo tiempo de incubación en las que desaparecen temporalmente, emergen para conectarse con otras que tal vez las fortalezca, o no. Son intuiciones frágiles que normalmente perecen en una gran papelera de proyectos fallidos. Pero, a veces, la larga maduración y una nueva conexión hacen florecer el hallazgo sustancial.
Si fuéramos capaces de conservar debidamente codificadas todas las corazonadas que llegan al cerebro, nuestro rendimiento creativo aumentaría. La mayor parte de esas intuiciones resultan inútiles porque no llegan a conservarse en la memoria, en la compleja red de neuronas.
➍ A veces hay un hallazgo feliz
La corazonada, escribe Steven Johnson, como cualquier otro pensamiento, es simplemente una red de células que se activan dentro del cerebro siguiendo una pauta determinada. Para que esa corazonada se convierta en algo sustancial tiene que conectarse con otras ideas; precisa de un entorno donde puedan formarse conexiones nuevas y sorprendentes. ¿Esas conexiones neuronales tienen naturaleza química o eléctrica? La respuesta actual es: las dos cosas.
Cuando la carga eléctrica en forma de señales alcanza la sinapsis o enlaces neuronales, se libera un mensajero químico –un neurotransmisor, como la dopamina o la serotonina– que cruza hasta la neurona receptora y acaba por dar pie a otra carga eléctrica, que a su vez alcanza otras neuronas del cerebro.
La serendipia (de serendipity, en inglés), como se ha dado en denominar al hallazgo, al golpe de azar, es un accidente afortunado. No se produce trazando un plan para ello; tienes que partir de buena fe para llegar a otro destino y, sin embargo, perder la ruta por pura serendipia.
Finalmente, el secreto de la inspiración innovadora está en construir y vivir entre redes de información que permitan a las corazonadas persistir, extenderse y recombinarse.
➎ Aprovechar lo más común: los errores
Es impresionante el número de ideas memorables para la humanidad que se pueden atribuir a errores, olvidos y confusiones. Lo más común es cometer errores. Con toda probabilidad, los errores de las grandes mentes exceden en número a los de las mentes menos vigorosas. Cuanto mayor es la fertilidad de la imaginación y la abundancia de conjeturas que produce, mayor será la generación de errores.Un error es algo malo que hay que solucionar cuanto antes. La enorme diversidad del error permite, a veces, llegar al acierto dado el despliegue de hipótesis fallidas que la mente abierta puede encontrar a su alrededor. Cuando nos equivocamos, tenemos que poner a prueba nuestras certezas y adoptar nuevas estrategias. Equivocarse, en sí, no nos abre puertas nuevas, pero nos obliga a buscarlas.
➏ Tomar prestado algo ya existente
Una parte importante de la innovación ha consistido en tomar prestada una tecnología ya madura de un campo distinto y aplicarla a resolver un problema sin relación alguna con el original. Eso es lo que los biólogos evolutivos Stephen Jay Gould y Elisabeth Vrba denominaron “exaptación”: un organismo desarrolla un rasgo destinado a un uso específico, pero luego ese rasgo acaba siendo útil para una función completamente distinta.
Gutenberg tomó prestadas ideas de un modelo de prensa de uva para fabricar vino y de ahí consiguió desarrollar la imprenta. Las plumas de los pájaros, citaban Gould y Vrba, evolucionaron primero como reguladores térmicos para que los dinosaurios no voladores pudieran protegerse del frío, pero la evolución hizo que terminaran siendo útiles para controlar el flujo de aire sobre la superficie de ala lo que les permitía planear.
➐ Plataformas que sostienen nuevas plataformas
La creatividad humana y la evolución del mundo crea plataformas básicas en las que se desarrollan actividades necesarias en cada momento. Esas plataformas suponen conocimientos que ya no hay que repetir y que pueden soportar innovaciones que, combinadas, darán lugar a una capa superior de nivel tecnológico, artístico o social. El ejemplo más puro es internet.
Cuando los creadores de youtube o twitter construyen sus redes, pueden emplear plataformas ya existentes. Así se explica que los nuevos creadores de internet tardan meses en hacer realidad su idea, mientras que las firmas electrónicas tardaron 20 años en dar forma a la televisión en alta definición.
La conclusión de Steven Johnson es que acabaremos siendo más creativos... si cultivamos sin prisa nuestras corazonadas. Disfrutamos de variadas aficiones. Celebramos los hallazgos espontáneos. Frecuentamos cafés, tertulias y demás redes líquidas. Bucamos los vínculos entre conocimientos. No nos da miedo cometer errores. Archivamos pensamientos y dejamos que se desordenen. Si no nos importa que otros construyan sobre nuestras ideas. Si tomamos prestado cuanto está a nuestro alcance. Reciclamos. Paseamos por pasear…
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