25 feb 2016

El extranjero, de Albert Camus

Un alegato contra las convenciones y la mentira

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El sol es un gran protagonista que sobrevuela en las ficciones de Albert Camus. Sol implacable como el argelino. Sol dulce de la primavera parisina. El sol como metáfora.  El verdadero tesoro que tiene el cielo, es un principio ético, una invitación al amor. Albert Camus se convirtió en un hombre tan respetable como su obra, lo cual no es decir poco.

“Cuán duro, cuán amargo es llegar a ser hombre”


Siempre prefirió la temperancia a la defensa de valores absolutos, y esa constante la llevó a su obra.

“El absurdo –concepto tan querido por Camus– no está en el hombre ni en el mundo, sino en su conjunción cuando han de convivir”

“El absurdo, siendo lo contrario de la esperanza, no tiene nada que ver con la desesperanza”. El absurdo es el camino que lleva al amor y a la lucidez.

“No ser amado es una simple desventura. La verdadera desgracia es no saber amar” 

El humanismo, según Camus, descansa en la capacidad de compasión y rechaza la abstracción pragmática, tan propia de los años cincuenta, que podía llegar a  justificar el asesinato en nombre de una idea.
Nunca había ideologías que para Camus estuvieran por encima del hombre.

“El acto más importante que realizamos cada día es tomar la decisión de no suicidarnos”

EL EXTRANJERO
Es la primera novela de Albert Camus. En ella, el protagonista, señor Meursault, es una persona indiferente a la realidad por resultarle absurda e inasequible. Comete un incomprensible crimen y, a pesar de creerse inocente, no puede manifestarse en contra de su ajusticiamiento. Tampoco es capaz de mostrar arrepentimiento, lástima o sentimiento alguno de injusticia. La pasividad y el escepticismo frente a todo, incluida la propia muerte, es su línea de comportamiento. El extranjero nació como proyecto en 1937, cuando Camus convalecía de una tuberculosis. Terminó la obra en el año 1940, momento en el que el mundo se debatía en una confrontación cruenta de modelos de sociedad.

Los lectores recibieron el libro como una revelación del sinsentido que era la vida “absurda” que Camus ya había descrito en El mito de Sísifo. El protagonista, Meursault, encarnaba a un hombre sumido en la crisis de los mecanismos sociales, cuyas palabras altisonantes –Derecho, Justicia– en realidad eran propuestas irracionales, entre las que él se movía patéticamente. Para los lectores, pronto Meursault se convirtió en un héroe frente a la sinrazón, hombre libre de convenciones, incapaz de engañar y de engañarse, a quien la sociedad condena precisamente por su torpeza para fingir lo que no siente. “En nuestra sociedad, un hombre que no llora en el funeral de su propia madre corre el peligro de ser sentenciado a muerte por la sociedad…”.

Meursault es condenado entonces por su rechazo frontal a la “sociedad teatral, es decir, no la sociedad en tanto que se halla compuesta por seres naturales, sino en cuanto ella es hipocresía consagrada”.
Con su conducta “pagana” –es decir, no romántica y no cristiana–, Meursault es una recusación del “mito colectivo”.
“…pensé que, al cabo, era un domingo de menos, que mamá estaba enterrada, que iba a volver a mi trabajo y que, después de todo, nada había cambiado…”.

Vargas Llosa cree, 
al comentar El extranjero, que toda sociedad exige parecida dosis de teatralidad, puesto que todas implican un consenso de los individuos que la integran respecto a los ritos que todos deben respetar. Vargas Llosa se pregunta: ¿Es la manera de vivir de Meursault preferible a la de que quienes le condenan? Son los lectores los que deben tomar partido en la propuesta de actitudes y valores que hace Camus.

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