Castigamos públicamente a terceras personas para demostrar que nosotros somos "confiables".
Estás en tu casa. En Twitter. Y ves un comportamiento que no te gusta. Decides intervenir y lanzas un comentario reprobatorio. Así funciona el third party punishment o castigo a terceros.
Este comportamiento humano universal castiga a la gente que viola las normas sociales, aunque las consecuencias de su conducta no nos afecten directamente.
Todos participamos de esa forma de obrar en mayor o menor medida. Y desde edades muy tempranas.
Según un estudio dirigido por Jillian Jordan, investigadora de la Universidad de Yale, y publicado en la revista Nature, este tipo de patrón de conducta comienza a desarrollarse en nosotros a los pocos meses de nacer. Un bebé de ocho meses ya presenta signos de este comportamiento.
Pero la pregunta es : ¿Por qué sentimos la necesidad de exteriorizar una opinión reprobatoria ante algo que hace un extraño muy lejos de nosotros y que además no nos afecta directamente?
¿Por qué sentimos la necesidad de exteriorizar públicamente una opinión reprobatoria ante algo que hace un extraño muy lejos de nosotros?
La científica llegó a una curiosa conclusión mientras observaba el comportamiento de sus amigos en redes sociales. “Empecé a pensar en los amigos que conocía y que estaban involucrados en asuntos de justicia social”, explica. "Y encontré una gran cantidad de discurso moralista que parecía que estaba más centrado en dar a conocer su propia posición frente al tema que a mejorarlo".
Para la investigadora, todo ese discurso moralista y el castigo a terceros que suele acompañarlo es una manera de demostrar al mundo que tú eres de confianza, que no vas a actuar de esa manera que repruebas en otros. Estoy castigando el egoísmo, sabes que no voy a actuar de forma egoísta, vendría a significar.
Pero este método solo funciona si el castigo es una señal de confianza, si los que castigan son percibidos como más fiables que los que son castigados.
Según los científicos, este hecho ayuda a construir las sociedades humanas ya que es una forma de reforzar las normas sociales y penalizar el egoísmo y mal comportamiento. El ser humano desaprueba, juzga y repudia. Por naturaleza.
El castigo de terceros es una demostración más de la evolución humana. Aunque quizás podamos inclinarnos a pensar que aquellos que muestran indignación lo hacen movidos por intereses ocultos. Que son peores que los propios castigados.
Sin embargo, como explica Jillian, “las personas realmente sienten indignación e ira moral. Pero una de las razones por las que se interesan [en expresar públicamente sus opiniones sobre asuntos que no les conciernen directamente] es porque esa indignación tiene beneficios reputacionales”.
El estudio concluye que castigar también tiene costes reputacionales.Revela que a mucha gente no le gustan ni los castigadores ni los castigados y que simplemente confían en ellos por miedo a ser castigados.
Quizás ahora nos lo pensemos un poco mejor antes de enviar ese tweet justiciero.
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