DEMÓCRITO era de esas personas que, cuando
deciden hacer algo, lo hacen y lo hacen bien, y que, cuando los elogian por
ello, contestan modestamente:
—¡Oh, si no es para tanto!
Era más bien bajito y flaco, bastante tímido,
y cuando lo miraban fijo, no sabía dónde poner su mirada. Asistía regularmente a
las tertulias que los aspirantes a filósofos sostenían en la plaza del mercado,
y allí se limitaba a escuchar las opiniones de los demás, y no hablaba si no le
preguntaban.
En esas tertulias todos intentaban destacarse
citando a uno y a otro pensador, y la discusión se reducía a defender las
teorías de unos y atacar las de otros. De este modo, se formaron bandos cuya
separación fue cada vez más nítida. Sólo Demócrito continuó escuchando en
silencio, sin pronunciarse en ningún sentido.
—Y bien, Demócrito, ¿a qué doctrina adhieres
tú?
—Oh, no vale la pena que yo dé mi opinión…
—Vamos, hombre, dila... ¿De qué crees tú que
está hecho el universo?
Demócrito sonrió tímidamente, como un niño a
quien sorprenden en una falta, y dijo:
—De átomos...
Sus interlocutores lo miraron sin comprender.
—¿De átomos? ¿Y eso qué es?
—Los átomos —explicó Demócrito— son pequeñas
partículas indivisibles que están en constante movimiento. Hay muchas clases de
átomos, que se diferencian entre sí por la forma, el tamaño, el calor y el
peso...
—¿Y esa teoría de quién es? Porqué, a decir
verdad, ninguno de nosotros la ha oído antes.
Demócrito volvió a sonreír, bajó la cabeza, se
miró las puntas de los pies y dijo con un hilo de voz:
—Es mía…
La carcajada de sus contertulios se escuchó en
todo el mercado.
—Bueno —dijo el genio—; es solamente una
opinión... Ustedes me la preguntaron...
Y como los otros se seguían riendo, Demócrito
se alejó silenciosamente, y no volvió más a la tertulia. Pero, apenas llegó a
su casa, puso en práctica una determinación que había tomado en el camino.
Pintó un cartel y lo colocó en la puerta de su casa. En Sus antiguos
contertulios trataron de desacreditarlo por todos los medios, pero eso no
inquietaba a Demócrito.
“Algún día —pensaba—, dentro de algunos miles de años, alguien
logrará probar que tengo razón.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario