20 sept 2013

EL HUMANISMO CRISTIANO






Universidad Monte Ávila 
Cátedra de Filosofía Seminario: Sobre Fe y Razón
Profesor: Doctor: Rafael María de Balbín
Autor: Pedro R García

UNA APROXIMACIÓN A LA FE Y LA RAZÓN DESDE LA DIMENSIÓN DEL HUMANISMO CRISTIANO

El rechazo de Cristo y, particularmente, de su misterio  pascual de la cruz y de La Resurrección  apareció en el horizonte europeo a caballo de los siglos XVII y XVIII, especialmente en el periodo de La Ilustración.

Primero la francesa, luego la inglesa y la alemana en sus diversas manifestaciones, la ilustración se oponía a lo que en Europa había llegado a ser por obra de la evangelización. Se puede comparar a sus representantes con los oyentes de Pablo en el Areópago. En su mayoría no rechazaban la existencia del “Dios desconocido” como un ser espiritual y trascendente en que “vivimos, nos movemos y existimos” (Hch 17,28). Pero los ilustrados radicales, más de quince siglos después del discurso en el Areópago, rechazaban la verdad de  Cristo, hijo de Dios, que se ha dado a conocer haciéndose            hombre , naciendo de La Virgen de Belén, anunciando La Buena Nueva y, al final, entregando la vida por los pecados de todos los hombres. El pensamiento ilustrado europeo quiso desembarazarse de este Dios - hombre, muerto y resucitado, e hizo todo lo posible por excluirlo de la historia del continente. Bastantes pensadores y políticos actuales permanecen obstinadamente fieles a esta aspiración. (Juan Pablo II, Memoria e identidad, n.16).

Acotación necesaria

El término “Humanismo” fue usado por vez primera en el idioma alemán(Humanismos), por el maestro y educador bávaro F.J. Niethammer, en su obra DER STREIT DES PHILANTROPISMUS UND HUMANISMUS INDER THEORIE DES ERZIEHUNGSUNTERRICHTS UNSERER ZEIT(1808) (1).

En el capitulo III-24, Intellego Ut. Credan, caminando en busca de la verdad expresa Juan Pablo II Existe, pues, un camino que el hombre, si quiere puede recorrer, inicia con la capacidad de la razón de elevarse por encima de lo contingente para ir hacia lo infinito”(2) y fue lo que intento con éxito al reproponer al mundo moderno, los valores cristianos debidamente actualizados, que se le llamo humanismo cristiano, su gran iniciador el francés Jacques Maritain.

La interpretación del cristianismo en clave humanista se desarrolla en la primera mitad de este siglo, como parte de un vasto proceso-que comienza en el siglo pasado y continúa hasta nuestros día de revelión de las Doctrinas Cristianas a fin de adaptarlas al mundo moderno; un mundo con respecto al cual La Iglesia Católica había adoptado durante siglos a partir de La Contrarreforma, una postura de abierto rechazo. A partir del Renacimiento, la autoridad espiritual de La Iglesia, que por mil años había sido la depositaria de la visión Cristiana de Occidente, fue declinando cada vez más en una sucesión de eventos epocales: la cultura del humanismo, le da un vuelco a la imagen que el Cristianismo Medieval había construido del hombre, la naturaleza y la historia; luego La Reforma Protestante divide a los cristianos de Europa; en el seiscientos y sobre todo en el setecientos, las filosofías racionalistas, que se difundieron entre las clases cultas, ponen en discusión la esencia misma del Cristianismo.

En el ochocientos, las ideologías liberales y socialistas de aparente trasfondo científico que se desarrollaron paralelamente a la expansión de La Revolución Industrial, lideraron el rol de guía en la organización de la sociedad y en la definición de sus fines e ideales, que hasta esa época había desempeñado la religión, reduciéndola a un rol marginal.

Finalmente en el siglo XX, la rápida difusión del Ateísmo, se transformo con celeridad en un fenómeno de masas, resintiendo la sobrevivencia misma de La Iglesia como Institución. Para no dejarse arrollar, La Iglesia se vio obligada a despojarse progresivamente de la visión del mundo que había heredado del Medioevo y la defensa del orden social ligado a ella.

Este proceso de apertura y modernización enfrentó serias resistencias, marchas, contramarchas y difíciles replanteos. En el tortuoso acercamiento de La Iglesia al mundo moderno, la encíclica Rerum Novarum de León XIII de 1891, constituye un hito fundamental. Con esta encíclica La Iglesia se doto de una doctrina social para contraponerla al liberalismo y al socialismo.  

En dura y firme polémica con este último, reafirma el derecho a la propiedad privada, pero atenuándolo con un sentido llamado a la solidaridad entre clases en busca del bien común y a la impostergable responsabilidad recíproca entre individuo y comunidad. Contra el liberalismo por su incapacidad para entender el sufrimiento, las emociones y los deseos de los seres humanos; La Iglesia así invitaba al Estado y a los sectores dominantes a ayudar a los grupos sociales más débiles.

Después de la tragedia que significó la primera guerra mundial, se gestó un clima general de desilusión frente a las optimistas ideas de progreso, sostenidas por el socialismo y el liberalismo, La Iglesia asumió decididamente el contraataque, y lo hizo tanto en el plano político,(autorizando sin complejos la formación de partidos de masas de inspiración cristiana), como en el doctrinario, proponiéndose como portadora de una visión, una fe y una moral capaces de dar respuesta a las necesidades más profundas del hombre de esa época.
Es así como Jacques Maritain, quien había sido primero alumno de Bergson y después se había adherido al socialismo revolucionario, insatisfecho con esa visión filosófica, en 1906 se convirtió al catolicismo.

Fue uno de los más destacados del llamado “Neotomismo”, es decir, de aquella corriente de pensamiento católico moderno que se remite directamente a Santo Tomás de Aquino y, a través de él, a Aristóteles, cuya filosofía Santo Tomás había tratado de ajustar con los dogmas cristianos. En este punto cabe recordar que ya en el siglo pasado, otra encíclica de León XIII, Aeterni Patris de 1879, había afirmado que la filosofía de Santo Tomás, era la que mejor se adaptaba a la visión cristiana. Maritain, con posición que se confronta radicalmente a la tendencia más general del pensamiento moderno, da un salto atrás, sobrevolando el Renacimiento y reconectándose con el pensamiento medieval. 

Y hace esto porque es precisamente en el Humanismo renacentista donde descubre los gérmenes que han llevado a la crisis y al resquebramiento de la sociedad moderna, de los cuales el Nazismo y el Estalinismo son las más emblemáticas expresiones. Con esto Maritain no pretende explícita mente revalorizar el Medioevo y la visión cristiana ligada a aquel periodo; su objetivo es restablecer-luego de la traumática experiencia del Medioevo, el curso de la evolución histórica del Cristianismo que, según su visión, ha  sido interrumpido y obstaculizado por el pensamiento moderno, laico y secular. En su libro Humanismo Integral, disecciona la evolución del pensamiento moderno, desde la crisis de La Cristiandad medieval al individualismo burgués del siglo XIX y al totalitarismo del siglo XX. En esta evolución Maritain ve la tragedia del Humanismo antropocéntrico como él lo llama, que se desarrolla a partir del Renacimiento.

Este Humanismo, que ha llevado a una progresiva descristianización de Occidente es, según Maritain, una metafísica de la “Libertad sin la gracia”. Con el Renacimiento, el hombre comienza a ver su propio destino y su propia libertad desligados de los vínculos de la “Gracia” es decir, del plano divino. Para el hombre, la libertad es un privilegio que él pretende realizar  por sí solo. Dice Maritain: “A él solo le compete crear su propio destino, a él solo le corresponde intervenir como un Dios, mediante un saber dominador que absorbe en sí mismo y que supera toda necesidad, en la conducta de su propia vida y en el funcionamiento de la gran máquina del universo abandonada a merced del determinismo geométrico”. (4)

Así, el hombre moderno que surge en el Renacimiento, lleva consigo el pecado de la soberbia. Quiere prescindir de Dios y se construye un saber científico de la naturaleza que, a partir de Descartes, es considerada como una gran máquina para ser estudiada more geométrico, según leyes de la geometría. Pero una concepción tal de la naturaleza sólo puede llevar a una escisión entre el hombre y el mundo, y a un determinismo mecanicista que arremete al hombre mismo. En efecto, en medida que la razón substituye a Dios y el saber científico se infatúa, la crisis interna del hombre se hace más profunda.

He aquí las etapas de esta decadencia progresiva del hombre moderno que, como Prometeo se rebela ante Dios y, como Fausto, está dispuesto a todo con tal de arrebatar los secretos de la naturaleza: “Con respecto al hombre, se puede notar que durante el primer periodo de la época moderna, ante todo con Descartes y después con Rousseau y Kant, el racionalismo había construido del hombre una imagen soberbia e indestructible, celosa de su inmanencia y autonomía y, finalmente buena por su esencia. En nombre mismo de los derechos y de la autonomía de esta personalidad, la polémica racionalista había condenado toda intervención externa en este universo perfecto y sagrado.                                                                                              

Ya fuera que tal intervención proviniese de La Revelación y de La Gracia, o de una tradición de humana sabiduría, o de la autoridad de una ley de la cual el hombre no fuese autor, o de un bien soberano que solicitase su                                                                                                 voluntad, o finalmente de una realidad objetiva que midiese y regulase su inteligencia .(5) Pero esta soberbia de la razón que primero eliminó todos los valores tradicionales y trascendentales y luego, con el idealismo, absorbió en situada realidad objetiva-generando ella misma su propia destrucción. 

Primero Darwin y después Freud asestaron los golpes mortales a la visión optimista y progresista del humanismo antropocéntrico. Con Darwin el hombre descubre que no existe discontinuidad biológica entre él y el mono.  Con Freud, el hombre descubre que sus motivaciones más profundas están dictadas en realidad por la libido sexual y el instinto de muerte “Acheronta Movebo”, moveré el infierno, había dicho Freud, y con él la soberbia de la razón se hunde en el lodo de los instintos. Al final de este proceso dialéctico destructivo, se abrieron las puertas a los totalitarismos modernos, el fascismo y el estalinismo.  Concluye Maritain: “Después de todas las disociaciones y los dualismos dela época humanista antropocéntrica… asistimos a una dispersión y una descomposición definitivas. Lo que no impide al ser humano reivindicar más que nunca la propia soberanía, pero ya no más para la  persona individual. 

Esta ya no se sabe dónde está y se ve solo disociada y descompuesta. Está ya madura para abdicar…a favor del hombre colectivo, de aquella figura histórica de la humanidad de la cual Hegel ha hecho una teología y que para él, consistía en el Estado con su perfecta estructura jurídica y con Marx consistirá en la sociedad comunista con su dinamismo inmanente. (6)

Al humanismo antropocéntrico así descrito, Maritain contrapone un Humanismo Cristiano, que define como integral o geocéntrico. He aquí como lo expresa: “llegamos de este modo a distinguir dos tipos de humanismo: un humanismo teocéntrico, o verdaderamente cristiano, y un humanismo antropocéntrico del cual son responsables el espíritu del Renacimiento y el de La Reforma… El primer tipo de humanismo reconoce que Dios es el centro del hombre, implica el concepto cristiano del hombre pecador y redimido, y el concepto de gracia y libertad y libertad… El segundo cree que el hombre es el centro del hombre y, por ende de todas las cosas, e implica un concepto naturalista del hombre y la libertad.

Si este concepto es falso, se entiende por qué el humanismo antropocéntrico merece el nombre de humanismo inhumano y su dialéctica debe ser considerada la tragedia del humanismo. (7)

 La base sobre la que se apoya el humanismo teocéntrico es una concepción del hombre “como dotado de razón, cuya suprema dignidad consiste en la inteligencia;… como libre individuo en relación personal con Dios, cuya suprema virtud consiste en obedecer voluntariamente la ley de Dios;…como criatura pecadora y herida, llamada a la vida divina y a la liberación aportada por la gracia, cuya suprema perfección consiste en el amor “. (8)

Aquí vemos que la concepción de Maritain tiene del hombre la sentencia de Aristóteles (“El hombre es un animal racional”), interpretada en clave cristiana por Santo Tomás. El hombre no es pura naturaleza ni pura razón: su esencia se define en su relación con Dios y con su gracia. El hombre así entendido es una persona. (9)

Maritain distingue en la persona humana dos tipos de aspiraciones, las connaturales y las transnaturales. Mediante las primeras, el hombre tiende a realizar ciertas cualidades específicas que hacen de él un individuo particular. El hombre tiene derecho a ver colmadas sus aspiraciones connaturales, pero la realización de las mismas no lo deja completamente satisfecho porque existen en él también las aspiraciones transnaturales quel o impulsan a superar los límites de su condición humana. Estas aspiraciones derivan de un elemento trascendente en el hombre y no tienen derecho a ser satisfechas. Si lo son en algún modo, tal cosa sucederá por la gracia divina. (10)

Al humanismo teocéntrico así entendido, Maritain le confía la tarea de reconstruir una “Nueva cristiandad”, que sepa reconducir la sociedad profana a los valores y al espíritu del Evangelio. Pero esta renovada civilización cristiana deberá evitar repetir los errores del Medioevo, y en particular la pretensión de someter al poder político al poder religioso. Tendrá, en cambio que preocuparse por integrar los dos tipos de aspiraciones humanas y amalgamar las actividades profanas con el aspecto  s espiritual de la existencia. La interpretación cristiana que Maritain dio del humanismo fue acogida en forma entusiasta en algunos sectores de La Iglesia y numerosos grupos laicos. Inspiró un sin fin de movimientos católicos, comprometidos con la acción social y la vida política, por lo que resultó ser un antídoto ideológico eficaz, sobre todo contra el marxismo. Pero esta interpretación recibió también críticas demoledoras de ámbitos filosóficos no confesionales.

En primer lugar, se observó que la tendencia racionalista que aparece en la filosofía pos renacentista y que Maritain denuncia en Descartes, Kant y Hegel, se remonta precisamente al pensamiento de Santo Tomás. Es esta tendencia que llevará a la crisis y a la derrota de la razón y que no es producto del humanismo renacentista, sino más bien del Tomismo y La Escolástica tardía: la filosofía cartesiana que se encuentra a la base del pensamiento moderno, en su racionalismo se conecta mucho más con Santo Tomás que con el neoplatonismo y el hermetismo místico del Renacimiento.

Correspondería buscar las raíces dela “Soberbia de la razón”, de la filosofía moderna en la pretensión del Tomismo, de construir una teología intelectualista y abstracta. Según estas críticas, Maritain cumplió con una obra colosal de mistificación y de camuflaje, casi un juego de prestidigitación filosófica, atribuyendo al Renacimiento una responsabilidad histórica que, por el contrario, compete al pensamiento medieval.

En segundo lugar, la crisis de los valores y el vacío existencial al cual ha llegado el pensamiento europeo con Darwin, Nietzsche y Freud, no es una consecuencia del humanismo renacentista, sino por el contrario deriva de la persistencia de las concepciones cristianas medievales, dentro de la sociedad moderna. La tendencia al dualismo y al dogmatismo, el sentimiento de culpa, el rechazo del cuerpo y el sexo, el trato discriminatorio de la mujer, el miedo a la muerte y al infierno, son todos residuos del cristianismo medieval, que aun después del Renacimiento han influido marcadamente en el pensamiento occidental. Aquellos determinaron con La Reforma y La Contrarreforma, el ámbito sociocultural en el cual el pensamiento moderno se ha desarrollado. La esquizofrenia del mundo actual en la que Maritain insiste, derivo según los críticos, de la coexistencia de valores humanos y antihumanos. La “Dialéctica destructiva” de Occidente, se explica como un intento doloroso y frustrado por liberarse de valores en pugna. El humanismo tiene el cautivante mérito de ser no solo historia sino también proyecto de un hombre.
BIBLIOGRAFIA
1. FERRATER MORA, J. “Humanismo”. Editorial Ariel, S.A. Barcelona.
2. JUAN PABLO II – Fides e Ratio. Carta Encíclica de SS a los Obispos de La Iglesia Católica sobre las Relaciones de Fe y Razón.14 de Septiembre 1.998.
3. DE Aquino, Tomás. Compendio de Teología. Ediciones Folio S.A.2002. Barcelona.
4. MARITAIN J. Humanismo Integral, Problemas Temporales y Espirituales. De una Novela Chrétienite, Paris 1.936.
5. Ibíd., páginas. 81 -826. Ibíd., pág. 837. Ibíd., pág. 818. MARITAIN, J. La educación a la Croisée de Chemis. Paris 1.947.
9. Atlas Universal de Filosofía. El estoicismo tardío la utilizó para designar al individuo humano en cuanto interprete, en el drama del mundo de un “rol” personaje que el destino le ha asignado. Páginas. 663,671.Edición Lengua Española-Editorial Océano-Barcelona.
10. MARITAIN, J. De Bergson a Thomas de Aquino. Ensayo de Metafísica y Moral. NEW Cork.1.944. Traducción al Italiano de R. Bartoli. Milán 1.947. pgpgarcia5@gmail.com

 BIBLIOGRAFIA GENERAL
1 Dr. BALBIN, J. M. Raíces del Humanismo Cristiano. Curso trimestral, 2005. Universidad Monteávila. Caracas.
2 BELLO, P. Lo Humano. Ensayo sobre Personalismo Cristiano Edición publicaciones UCAB 2005.
3 DE LOS RIOS, F. Humanismo Socialista. El Sentido Humanista Del Socialismo 1.926.
4 GARCIA BACCA, J. Humanismo teórico, práctico y positivo. Según Marx. 1.965 reimp.1975.
5. FRANKL,V. Psicoterapia y Humanismo. Fondo de Cultura Económica, México 1.982


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