LOS COLEGIOS particulares han sido un pingüe
negocio desde que el mundo es mundo, y la Escuela de Mileto no fue una
excepción. Los alumnos tenían que pagar la matrícula, cuotas mensuales y una
suma para útiles escolares; debían efectuar un aporte para el Centro de Amigos
de la Escuela y comprar, además, unas estampitas con la imagen de Tales de
Mileto.
Al mismo tiempo, los ágiles “amigos de la
escuela” se habían movido bastante rápido en las esferas oficiales para conseguir
una subvención estatal destinada a mantener el establecimiento. En realidad, el
Centro de Amigos de la Escuela de Mileto era sólo una pantalla tras la cual se
ocultaban dos inteligentes hombres de negocios llamados Anaximandro y
Anaxímenes, que con las utilidades del colegio se daban la gran vida.
Durante largo tiempo, Anaximandro y Anaxímenes
vivieron con las ganancias que les producía la Escuela de Mileto, sin otra
ambición que seguir lucrando a su costa. Pero a la larga eso no les bastó. El
hombre es un animal vanidoso, y después que alcanza la prosperidad económica,
quiere destacarse como hombre de talentos, aunque no los tenga. Así, pues,
Anaximandro primero, y Anaxímenes después, decidieron ganar para sí una fama
similar a la que Tales ganó con su afirmación de que todo está hecho de agua, y
se votaron a filósofos.
Anaximandro pensó que lo mejor que podía hacer
para quedar a la altura de Tales era negar lo que Tales había dicho, así es que
formuló esta idea, bastante tonta, con la que pasó a la historia: “Todas las
cosas no fueron hechas de agua”.
Como los colegios
son la mejor herramienta de propaganda que se ha inventado hasta ahora,
Anaximandro logró imponer su doctrina en una generación, la que, como es
lógico, entró en conflicto con la generación anterior. Durante muchos años fue
frecuente ver en las calles de Mileto a viejos y jóvenes que discutían
acaloradamente. Los viejos sostenían que todas las cosas fueron hechas de agua,
y los jóvenes sostenían lo contrario. Todo el mundo estaba dividido entre la
doctrina de Tales y la de Anaximandro.
Cuando Anaximandro murió, le tocó el turno a
Anaxímenes, el socio más joven, el cual ordenó que se enseñara en la Escuela de
Mileto su propia doctrina, tan demencial como las otras dos: “Todas las cosas
fueron hechas de aire”. Ahí se armó la
grande.
Todos los padres quieren que sus hijos sean
educados en las ideas que ellos profesan, y si les enseñan otras cosas, consideran
que los están corrompiendo, que les están deformando la mente. Eso fue lo que
sucedió con la innovación de Anaxímenes. Los padres de familia que vivían en la
ciudad de Mileto en aquella época, querían tener hijos talesianos o anaximandristas,
según fueran partidarios de la doctrina de Tales o de la de Anaximandro, así es
que el cambio de rumbo adoptado en la instrucción de sus hijos los indignó:
—Están formando a nuestros hijos en el
anaximenismo —decían.
—Les enseñan que todas las cosas fueron hechas
de aire...
—Les están deformando su personalidad...
—Corrompiéndolos...
—Enseñándoles doctrinas falsas.
—Inmorales...
—Inadmisibles...
Y pusieron término al asunto del modo que les
pareció más práctico: incendiaron la Escuela de Mileto.
Numerosas excavaciones arqueológicas
efectuadas hasta la fecha no han podido dar con las ruinas de la Escuela de
Mileto. De ella nos quedan, pues, solamente las teorías acerca del agua y del
aire, que en lenguaje filosófico se denominan, respectivamente, ¡plash! y
¡plop!. (JOSE LEONIDAS).
No hay comentarios:
Publicar un comentario