ANTES de Sócrates, los filósofos se
caracterizaron porque su curiosidad se dirigió a las cosas que están fuera del
hombre. Su actitud se parecía a la de los niños pequeños que importunan a sus
padres con preguntas tan difíciles como: “¿Por qué tienen lengua los perros, papito?”, “¿Por qué tengo uñas, papito?”, “¿A qué entraste anoche a la pieza de la empleada, papito?”
Si los presocráticos representan la infancia
de la Filosofía, Sócrates, Platón y Aristóteles representan la adolescencia. La
mirada llena de curiosidad se dirige hacia el hombre. Las interrogantes que
plantean son de este tipo “¿Qué es lo bueno y qué es lo malo?”, “¿Es mejor ser
rico o ser honrado?”, “¿Es mejor trabajar o ser empleado público?”.
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