W Los
fines de la cultura
La cultura
debe tener como fin la perfección integral de la persona y el bien de toda la
sociedad, por ello la dimensión ética de la cultura es una prioridad en la
acción social y la política de los fieles laicos[1].
Descuidando esta dimensión ética lleva a
la cultura a ser un instrumento de empobrecimiento de la humanidad. Al mismo
tiempo cerrándose así misma ella se hace estéril, encaminándose a la decadencia
al rechazar todo desarrollo[2].
W La
Iglesia y la cultura.
La cultura debe constituir un campo
privilegiado de presencia y de compromiso para la Iglesia y para cada uno de
los cristianos. El separar la fe de la vida cotidiana es un error de nuestra
época[3].
El
Concilio exhorta a los cristianos, ciudadanos de la ciudad temporal y de la
ciudad eterna, a cumplir con fidelidad sus deberes temporales, guiados siempre
por el espíritu evangélico. Se equivocan los cristianos que, pretextando que no
tenemos aquí ciudad permanente, pues buscamos la futura, consideran que pueden
descuidar las tareas temporales, sin darse cuenta que la propia fe es un motivo
que les obliga al más perfecto cumplimiento de todas ellas según la vocación
personal de cada uno. Pero no es menos grave el error de quienes, por el
contrario, piensan que pueden entregarse totalmente del todo a la vida
religiosa, pensando que ésta se reduce meramente a ciertos actos de culto y al
cumplimiento de determinadas obligaciones morales. El divorcio entre la fe y la
vida diaria de muchos debe ser considerado como uno de los más graves errores
de nuestra época. Ya en el Antiguo Testamento los profetas reprendían con
vehemencia semejante escándalo. Y en el Nuevo Testamento sobre todo, Jesucristo
personalmente conminaba graves penas contra él. (GS 43)
Todos los errores y fenómenos actuales
deben ser comprendidos en sus aspectos culturales y relacionados con el tema
central de la persona humana, de su crecimiento integral, no olvidar que la
cultura es aquello a través de lo cual el hombre, en cuanto hombre, se hace más
hombre, es más, accede más al ser[4].
La promoción de la cultura social y
política inspirada en el Evangelio es una campo de particular compromiso de los
fieles laicos. Este compromiso de los católicos no se reduce a la mera
transformación de las estructuras, está
impulsado en su base por una cultura que acoge y de razón de las instancias que
derivan de la fe y de la moral, colocándolas como fundamento y objetivo de los
proyectos concretos, así los cristianos están impulsados a cimentarse con
empeño en la construcción de una cultura social y política inspirada en el
Evangelio[5].
La formación de una cultura capaz de
enriquecer al hombre requiere un empeño pleno de la persona, que despliega en
ella toda su creatividad, inteligencia, conocimiento del mundo y de los
hombres, ahí emplea además su capacidad de autodominio, de sacrificio personal,
de solidaridad y de disponibilidad para promover el bien común[6].
Todo fiel laico en ambiente cultural
tiene el deber, el compromiso de buscar
y asegurar a todos y cada uno el derecho a una cultura humana y civil, exigido
por la dignidad misma de la persona, sin distinción de raza, religión condición
social. Esto se expresa en el derecho de las familias y de las personas a una
escuela libre ya abierta, la libertad de acceso a los medios de comunicación
social, para lo cual se debe evitar cualquier forma de monopolio y control
ideológico, la libertad de investigación, de divulgación del pensamiento, de
debate y confrontación. No olvidar que a la raíz de la pobreza de muchos pueblo
está el desconocimiento de los derechos culturales[7]. El cristiano tiene algunos compromisos
básicos ante la cultura:
· La
primera solicitud de la acción social de los cristianos es el compromiso por la
educación y la formación de la persona[8].
· El
contenido de la cultura, la verdad ante la cual el hombre tiene el deber de
conservar la estructura de toda la persona humana. Se debe oponer ante toda
ideología reductiva del hombre y de la
vida[9].
· El
compromiso de trabajar generosamente para dar su pleno valor a la dimensión
religiosa de la cultura, condición para lograr la calidad de la vida humana, en
el plano social e individual. La auténtica dimensión religiosa es constitutiva
del hombre y le permite captar en sus diversas actividades el horizonte en el
cual encuentra significado y dirección. La religiosidad o espiritualidad del
hombre se manifiesta en las formas de la cultura, a las que da vitalidad e
inspiración[10].
· Dar
un gran relieve a los medios de comunicación social, sobre todo a los
contenidos de las innumerables decisiones realizadas por las personas las
cuales tienen un peso moral y deben ser evaluadas[11].
[1] Compendio,
D.S., 556.
[2] Compendio,
D.S., 556.
[3] Compendio,
D.S., 554.
[4] Compendio,
D.S., 554.
[5] Compendio,
D.S., 555.
[6] Compendio,
D.S., 556.
[7] Compendio,
D.S., 557.
[8] Compendio,
D.S., 557.
[9] Compendio,
D.S., 558.
[10] Compendio,
D.S., 559.
[11] Compendio,
D.S., 560.
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